Estados Unidos. Otro fracaso del voto electrónico
A principio del mes los estadounidenses votaron en elecciones de medio término. En algunos condados y estados los resultados se supieron recién hace una semana. Javier Smaldone –programador y administrador de sistemas informáticos– dialogó con El Furgón sobre un nuevo fracaso del voto electrónico y el sistema en general; las conclusiones son claras: no es la lluvia, no es la humedad, es la forma de votar.
Por Juan Agustín Maraggi/El Furgón –
El 6 de Noviembre se celebraron las elecciones de medio término en Norteamérica. Pasó el tiempo y cientos de análisis llaman a la puerta; Trump salió debilitado de las urnas, tras ocho años los demócratas conquistaron la mayoría en la Cámara de Representantes (no así en el Senado), el Presidente busca desplazar a Kirstjen Nielsen como secretaria de Seguridad Nacional por la cuestión fronteriza con México y la obsesión con elevar un muro. Sin embargo, los hechos obligan a enfocarnos en una de las conclusiones más importantes e ignoradas de estos comicios: el rotundo fracaso del sistema electrónico de votación.
La votación o el conteo mediante el uso de la tecnología no resulta algo nuevo para Estados Unidos sino que forma parte de su historia y cultura. Lo novedoso es cómo elección a elección se empieza a develar todas las fracturas de estos mecanismos. Javier Smaldone –programador, administrador de sistemas y uno de los que más contenido produce contra el voto electrónico– opina que “los yanquis tienen una cultura de votar usando máquinas desde hace más de cien años. Incluso Thomas Alva Edison trabajó en el tema y creó el primer sistema electrónico para votar en el Congreso, el mismo que tenemos ahora acá cuando diputados y senadores aprietan un botón por tal o cual opción. Las elecciones estadounidenses suelen ser muy complejas: además de elegir autoridades deciden plebiscitos y, al votar muchas cosas, tienen que contar todo. Por eso, hace mucho tiempo, se les ocurrió usar máquinas. Es parte de su cultura, pero ahora empezaron a darse cuenta que tienen muchísimos problemas, sobre todo, con aquellas que no tienen respaldo en papel”.
Diferentes falencias, diferentes sistemas electrónicos
“Este año fue la elección más cara en la historia de Estados Unidos. Tuvieron que invertir un montón de plata para renovar equipamiento informático. No sólo eso, crearon un fondo federal para asistir a los condados para renovar los equipos que habían cambiado en 2001”, señala Smaldone.
Pero la inversión no logró sortear los problemas en las máquinas para votar o en los escáneres. En cientos de centros de votación se entregaron menos dispositivos que los necesarios para el caudal de personas inscriptas. En Alabama, Georgia, Illinois, Indiana –entre otros– la Justicia obligó a los establecimientos a permanecer abiertos por las irregularidades que se iban registrando. Incluso, algunos de ellos, en vez de cerrar a las 18:00 –como es usual– lo hicieron pasadas las 22:00. A esto se le suman aquellos centros que debieron retrasar su apertura por problemas técnicos en las máquinas entregadas. Las colas para votar se multiplicaron por cuadras y hubo demoras de más de siete horas para sufragar. Es decir, el discurso de la practicidad y velocidad con el que venden este mecanismo quedó descartado.
En Prudence Island, isla de Rhode Island con doscientos dieciocho habitantes, la única máquina disponible estaba averiada. Las autoridades debieron enviar por ferry un reemplazo y demoró la apertura varias horas. En el estado de Carolina del Norte se dio una de las situaciones más llamativas. La Junta de Elecciones y Cumplimiento de Ética culpó a la humedad por el mal funcionamiento de las máquinas responsables en leer los votos.
Una situación similar se vivió en Nueva York. La lluvia azotó el estado mojando a los ciudadanos y a las boletas. En este caso, los escáneres tampoco pudieron leerlas. Tal vez la responsabilidad no sea de la lluvia ni de la humedad sino del sistema y la falta de márgenes. Smaldone nos cuenta cómo funciona este mecanismo: “Son boletas de papel marcadas a mano mediante círculos o rellenando con flechas determinados espacios. A la hora de ingresarla en la urna tenes un escáner que, al pasar el voto, lo lee y cuenta. A las seis de la tarde aprietan un botón y la máquina tira los totales. Al llover, la gente se mojaba y manipulaba la boleta con las manos húmedas y el escáner se trababa. A todos nos pasó cuando quisimos poner un papel húmedo en una fotocopiadora o impresora; ya sabemos los resultados. En marzo de este año, en las últimas elecciones en Irak, se votó con un sistema parecido que proveyó una empresa surcoreana. Cuando terminó la votación se objetaron los resultados electrónicos, se votó en marzo y hace quince días se terminaron de contar. Si no podes demostrar que el sistema es transparente te va a dar más problemas que soluciones”.
Volvamos a los errores en la emisión de votos. En Carolina del Sur se utilizaron máquinas de hace casi quince años. Según estimaciones, cincuenta de cada mil máquinas tuvieron problemas de calibración. Quiere decir que el o la votante elegía un candidato y se seleccionaba otro. La falla en la calibración se repitió en varios estados, condados y centros.
Voting machine automatically selects Republican candidate instead of Democrat in Indiana | #Midterms2018 pic.twitter.com/nDoylKNORO
— The Independent (@Independent) November 7, 2018
En Knoxville, Tennessee, un centro de votación amaneció sin luz y obligó a dejar las máquinas y votar con papel. En Georgia no había enchufes suficientes para la cantidad de máquinas enviadas o, misteriosamente, desaparecieron de un día para otro.
“En los grupos de informáticos nos cagábamos de risa” cuenta Smaldone. “Siempre pensamos en ataques complejos y elaborados que se podrían hacer sobre los sistemas electrónicos. En este caso, directamente se robaron los cables de electricidad. Listo, te mando la máquina pero no los cables. ¿Cómo votas?”, se pregunta.
Las autoridades electorales y voceros del gobierno trataron a las fallas como ‘normales’. La fundamentación del Departamento de Seguridad Nacional radicó en que fueron ‘problemas típicos de las máquinas’; su secretaria, Kirstjen Nielsen consideró que se estaban llevando adelante las elecciones más seguras de la era moderna en el país. Consultado sobre el tema, Javier Smaldone considera que “las máquinas que están usando, por ejemplo, en Ohio y en la mayor parte del país tienen en promedio diez años. Un sistema informático de siete, ocho años de edad es viejo. Es decir, tiene problemas de seguridad conocidos, en la pantalla táctil, en el lector, en todos lados. Las máquinas usadas con la Boleta Única Electrónica en la ciudad de Buenos Aires y en la provincia de Salta tienen baterías con una duración estimada de doce horas. Eso es cuando son nuevas, ¿cuánto van a durar cuando tengan cuatro años? ¿cuánto dura la batería de tu celular cuando tiene dos años?”.
Georgia y un ejemplo de lo que no hay que imitar
Las elecciones en Georgia se disputaron voto a voto. Estaba en juego el cargo de Gobernador y en el poroteo previo el republicano Brian Kemp aventajaba a la demócrata Stacey Abrams por una diferencia mínima. Los problemas con las máquinas y centros de votación se hicieron notar y desencadenaron en la judicialización de los comicios; un ida y vuelta constante y con los resultados recién confirmados diez días después. “El problema más grave es que Georgia es el único estado que vota cien por ciento de manera electrónica y con el mismo tipo de máquinas. Esto quiere decir que gran parte de los votos no tienen recuento posible ya que no existe ningún comprobante físico para contabilizar. Sólo pueden volver a sumar las actas de las máquinas una y otra vez” indica Smaldone.
Para comprender el caso específico tenemos que contextualizar: en 2017 la mayoría republicana aprobó la Ley de identificación de votantes bajo la modalidad ‘exact match’. Esta norma establece que los datos de las identificaciones gubernamentales de los individuos (seguro social, registro de conducir) deben coincidir exactamente –coma por coma, espacio por espacio entre palabras, guiones de más o de menos– con los datos presentados en el registro del votante. Cualquier diferencia lo excluye del registro. Esta medida se sumó a la ley del ‘Disenfranchisement’ que ya revocaba el derecho a votar con anterioridad y generó un combo restrictivo a gran escala.
Donald Trump respaldó el endurecimiento del registro y su purga alegando la necesidad de evitar la posibilidad de fraude:
https://twitter.com/realDonaldTrump/status/1053807130120200192
En Dakota del Norte, Ohio, Kansas, entre otros, ampliaron sus leyes restrictivas perjudicando en en general a las minorías. Georgia no fue la excepción, las ‘listas negras’ se llenaron rápidamente de afroamericanos, latinos y los sectores más marginados. Quien llevó adelante esta limpieza fue ni más ni menos que Brian Kemp, quien encabezaba la lista para gobernador en el estado y anteriormente oficiaba como Secretario de Estado para Georgia. Kemp limpió de los registros a aquellos que no habían votado en las últimas elecciones, además de obligar a los interesados en participar a entregar formularios de ingreso.
Según una investigación del Centro Brennan, la purgas de votantes aumentaron sistemáticamente desde el 2013 cuando la Corte Suprema modificó y anuló artículos de las leyes de votación. Brian Kremp, justificándose en esta decisión, supervisó 1,5 millones de nombres de las listas de votantes del estado entre 2012 y 2016. Sólo en 2017, la oficina del republicano limpió 500,000 votantes. Si bien algunos de estos correspondían a fallecidos, la investigación ya registra más de 100.000 personas que habrían sido excluidas por no haber participado en las elecciones anteriores.
En palabras del Smaldone, “en Argentina, el problema más perceptible para el común de la gente es el robo de boletas. Es una forma de sabotaje muy dirigido, porque te impido que votes al partido ‘x’. Pero en una elección tan polarizada como la que se dio en Estados Unidos el problema es mayor y diferente; vos sabes en qué distrito vas a perder, podes sabotear solamente donde va a suceder y listo. En Atlanta y los suburbios de Georgia los demócratas sacaron entre el 76% y 82%, en el resto de las zonas –sobre todo la rural– se dio de manera inversa en favor de los republicanos. Esto es simple: si vos dificultas la votación en esos lugares sabes que perjudicas a tu contrincante”.
Las dificultades para votar se multiplicaron en todo el estado, las colas alcanzaron las seis horas y la Justicia debió intervenir. Los resultados provisorios arrojaban una diferencia de 55.000 votos para Kemp. Abrams desplegó un ejército de abogados en búsqueda que la Corte Suprema obligue una nueva ronda de votación. La candidata buscaba achicar 17,800 votos para que su opositor no ganara automáticamente y forzar una segunda vuelta.
Finalmente, las autoridades validaron el triunfo de Kemps con el 50.3%, es decir, 1.976.214 votos. Abrams, quien aspiraba a ser la primera gobernadora afroamericana de la historia del país , denunció las irregularidades y la exclusión de cientos de ciudadanos para votar.
“En 2016 Trump denunciaba una posibilidad de fraude con el voto electrónico. Después, cuando saltó el tema de la intervención rusa se calló la boca. Pero era él el que agitaba el fantasma del fraude por el voto electrónico. ¿Qué pasó en Brasil el mes pasado? El que lo hacía era Jair Bolsonaro. Incluso dijo que en caso de no ganar desconocería los resultados. Es un sistema que invita a que cualquiera pueda llamar al fraude sin ningún sustento” nos cuenta Javier.
Mientras en Argentina intentan presentar la ‘modernización’ estatal como la implementación del voto electrónico cuando en otros países empiezan a visibilizar sus falencias y en otros está en franca retirada.
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