domingo, octubre 6, 2024
Cultura

¡Felices Pascuas! Votos, botas, helicópteros

Esto no es un golpe, el nuevo documental de Sergio Wolf que llega a las salas comerciales, cuenta desde adentro la primera rebelión militar del gobierno de Raúl Alfonsín: el levantamiento de Semana Santa.

Por Fernando Chiappussi/El Furgón –

Fueron cuatro días inolvidables para todos los argentinos que estuvieron allí, hora tras hora, esperando un desenlace en ese fin de semana largo, pascual, que se extendió del 16 al 19 de abril de 1987. Hacía menos de año y medio que había terminado el Juicio a las Juntas y el gobierno de Alfonsín enfrentaba, por primera vez desde la asunción, el obstáculo más temido y presagiado: un levantamiento militar.  Oficiales se habían acuartelado en Campo de Mayo en solidaridad con el mayor Ernesto Barreiro, que había sido uno de los jefes de inteligencia del centro clandestino de detención La Perla (Córdoba) y ahora se negaba a dar testimonio ante la justicia ordinaria, que lo acusaba por violaciones a los derechos humanos allí ocurridas durante la dictadura.

Afiche de “Esto no es un golpe”

Hoy la rebelión de Semana Santa ya es parte de los libros de historia, su relato se ha cristalizado en una serie de imágenes casi comunes, literalmente “de manual”: la figura de Aldo Rico con los Ray-Ban y la boina, los militares sublevados con las caras pintadas, el helicóptero que trasladó a Raúl Alfonsín a Campo de Mayo, los lentísimos tanques del General Alais, las plazas llenas en todo el país, el discurso de “la casa está en orden” (y la ley de obediencia debida sancionada apenas dos meses después).  Pero en 1987 nadie sabía cómo iba a terminar esa aventura, ni conocía a Rico ni a Barreiro; las caras embetunadas eran una novedad que parecía anunciar un comportamiento despiadado si esos oficiales se acercaban a la Rosada.  A sólo tres años de su recuperación la democracia estaba en peligro, aunque los militares lo negaran.

Tal el clima de época que reconstruye Sergio Wolf (Yo no sé qué me han hecho tus ojos) en un documental modélico, y en ese suspenso recobrado, más aún que en sus revelaciones, está tal vez su mayor logro. No es fácil salirse del lugar común con un acontecimiento tan conocido, citado y referenciado por la política y el periodismo.  El título del film -una frase de Rico- anuncia desde el vamos esa intención. Con dos obstáculos nada fáciles para un documental, representados en las dos figuras antagonistas: Alfonsín -muerto en 2009- y el propio Rico, cuya hostilidad para con la prensa es de sobra conocida.  Es decir, por un lado hubo que reconstruir la actuación de Alfonsín a partir de testimonios indirectos, y por otro gestionar una entrevista con el fastidioso líder del MODIN.

Raúl Alfonsín

La película logra su cometido, más allá del esmero en su producción, a partir de una serie de limitaciones que Wolf se autoimpone para acotar el campo de acción.  La principal: no salirse del marco de esa semana de Pascua, para así concentrarse en el detalle de lo sucedido en cada momento, hora por hora.  La segunda, conectada con la primera: hablar sólo con gente que estuvo ahí, reduciendo la declaración al testimonio, acortando distancias. Así, sin retrospección ni opinadores, se mantiene la unidad de tiempo y la narración fluye, siguiendo una cronología rigurosa y metiéndonos de cabeza en otra época.

La Plaza de Mayo espera la palabra de Alfonsín

El criterio se impone también en las locaciones: Wolf se empeñó en llevar la cámara a todos los lugares donde transcurrió la acción, lo que incluye no sólo Casa Rosada sino también el cuartel de Campo de Mayo donde Rico se había acuartelado, o la casa de campo en Chascomús donde Alfonsín recibió el llamado telefónico que lo informaba del levantamiento (el testimonio de quienes lo hospedaron es uno de los grandes momentos del film). En todos los casos, se limita a recorrer los espacios con la cámara, evocando los sonidos de entonces (voces, archivo) o acompañando a alguno de los que por allí caminaron. Así, progresivamente, uno va convirtiéndose en una mosca en la pared, asomándose al pasado en los relatos de los protagonistas, aun con sus contradicciones y diferentes versiones. El principal escollo logístico -no se pudo replicar el viaje en helicóptero de Alfonsín a Campo de Mayo- es salvado con la misma habilidad para el montaje que se advierte en el resto de la película.

Por el lado político hay un amplio abanico de testimonios, que va del oficialismo de entonces a la oposición que no dudó en apoyar al gobierno constitucional (un mojón que afortunadamente se mantuvo en ocasiones posteriores). Por allí aparecen Jesús Rodríguez, Leopoldo Moreau -por entonces ambos en la Coordinadora radical-, el cuestionado ministro de Defensa, Horacio Jaunarena; incluso la voz del canciller Dante Caputo en la que debe haber sido una de sus últimas entrevistas. Del lado militar, una extensa entrevista a Rico fragmentada a lo largo de los cuatro días reconstruidos; y el testimonio independiente de otros dos sublevados, que contrastan con Rico y ayudan a ponerlo en caja, o al menos desconfiar de alguna de las habituales exageraciones del líder carapintada (este recurso reemplaza eficazmente a la más tradicional repregunta).

Aldo Rico

El testimonio de Rico era a priori una pieza fundamental del entramado. Después de un largo proceso de ablande, Wolf arribó a la casa del ex militar con su equipo para descubrir que lo esperaba una mini-junta de carapintadas con nuevas condiciones para participar (inevitable pensar en los planteos de Firmenich a Jorge Cedrón cuando hicieron el documental-manifiesto Resistir, en 1978). El rodaje se suspendió. Pero Wolf se abstuvo de la tentación de contar esto en la película: en cambio, volcó su frustración por escrito, contando estos y otros sinsabores de la producción en un texto (el libro La escena documental) cuya edición simultánea con el estreno del film de alguna manera lo completa, o se propone como un lado B, la cocina del proyecto.

El viaje en el tiempo que propone Esto no es un golpe sin duda será una revelación para los jóvenes que no vivieron esos días, además de tocar el corazón de quienes los guardan en su memoria personal, aun cuando no coincidan en la conclusión que el propio Wolf saca hoy de los sucesos (el cineasta tiene el buen tino de guardarla para los segundos finales). No por esto resulta el film menos personal -de hecho, manifiesta el interés de toda una generación- ni el retrato menos equilibrado: virtudes encomiables para un documental que se propone acercarse lo más posible al suceso evocado, y a la vez encontrar una nueva mirada. Como solían decir tanto Hemingway como Oesterheld, la verdad está en los detalles; y al centrarse en ellos Wolf ha conseguido ambos objetivos.

La película se proyecta en las salas Gaumont y Arte Multiplex Belgrano; el libro fue editado por Monte Hermoso Ediciones.

Portada: fotografía de www.lavoz.com.ar