Antonio Porchia: trabajador y poeta
Por Flavio Zalazar, desde Rosario/El Furgón –
Hecho inaugural en las letras argentinas: el carpintero y tejedor de cestas que labra una grajea literaria sintetizando recursos expresivos, desde la más absoluta modestia. Su libro Voces clama lectura.
Nacido en Italia, vivió desde su adolescencia en Argentina. Antes del arribo al país, Porchia perdió a su padre y trabajó para ayudar a la familia:
Mi padre al irse, regaló medio siglo a mi niñez
Aquí habitó en los barrios del sur de la ciudad de Buenos Aires, fue militante comunista y participó de forma activa en la FORA (Federación Obrera Regional Argentina). También practicó el oficio gráfico, fundando una imprenta con su hermano. En el barrio de La Boca junto a pintores y escultores organizó la Asociación de Arte y Letras Impulso. Comunión que lo insta a la publicación de sus reflexiones:
La verdad tiene muy pocos amigos y los muy pocos amigos que tiene son suicidas.
El libro es donado a la Sociedad Protectora de Bibliotecas Populares y pocos años después leído por el escritor Roger Callois de paso por Argentina. Este lo traduce al francés, cobrando un interés inusitado en toda Europa y los Estados Unidos. En el prólogo de la editorial francesa Fayard señala Callois: “algunos aforismos de Porchia tienen estrechas afinidades con frases de la escritura budista y taoísta, mientras que otros no solo recuerdan a Kafka sino también a Litchtenber y a Blake”:
Mi cuerpo me separa de todo ser y de toda cosa. Nada más que mi cuerpo.
No sale de lo malo quien está él, porque teme encontrarse… con lo malo.
A finales de la década del sesenta, jubilado y vecino de Olivos, Porchia traba amistad con la familia García Orozco. De visita en la casa, podando un árbol el poeta cae, golpe del que no puede recuperarse. Tenía ya 82 años.
El árbol está solo, la nube está sola. Todo está solo cuando yo estoy solo.
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Foto: Marce Rozas