Un triunfo electoral cambió el gobierno aunque no el poder
Guillermo Almeyra, columnista del diario La Jornada, analiza la victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador en México. “El verdadero autor de este triunfo histórico, que sacó del gobierno a quienes lo ocupaban desde los años treinta, es el pueblo mexicano, con sus luchas heroicas pagadas con un alto precio de sangre y el significado para las masas”, asegura.
Por Guillermo Almeyra*, desde México, especial para El Furgón
A Andrés Manuel López Obrador (AMLO) hay que reconocerle su tenacidad y persistencia –fue candidato en 2006, 2012 y 2018 y supo construir una maquinaria electoral vencedora– pero también es necesario criticar su pragmatismo desprejuiciado, que le sirvió para lograr una amplia base de masas pero sin movilizarlas y, al mismo tiempo, obtener el bueno de una parte de las clases dominantes.
Su victoria electoral premia sus cualidades y, a corto plazo, también su astucia porque en MORENA juntó intereses opuestos lo que le permitió ganar ya que, como escribía Nicanor Parra, “la derecha y la izquierda unidas jamás serán vencidas”.
Pero el verdadero autor de este triunfo histórico, que sacó del gobierno a quienes lo ocupaban desde los años treinta, es el pueblo mexicano, con sus luchas heroicas pagadas con un alto precio de sangre.
López Obrador logró, primero, la dirección del PRD y, después, el gobierno de la ciudad de México gracias a esa fuerza permanentemente en lucha a pesar de las matanzas y desapariciones de dirigentes campesinos, indígenas y de militantes jóvenes
Fueron los jóvenes de los barrios de la ciudad de México quienes se autoorganizaron, comprendieron y superaron la impotencia y la incapacidad del gobierno y rescataron víctimas del terrible terremoto de 1985, haciendo así una importante experiencia política que, poco después, llevó a la ruptura del ala izquierda del partido-Estado, el PRI.
La victoria de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas y el recién creado PRD en la elección de 1988 expropiada por el fraude del PRI fue igualmente resultado del impulso de los trabajadores del campo y de la ciudad y de los jóvenes despertados a la lucha política por las movilizaciones y matanzas de 1968 y 1970 y las luchas de los ferroviarios y los médicos y estimulados por la revolución cubana, Vietnam y la descolonización. El levantamiento en 1994 de los indígenas dirigidos por el zapatismo en Chiapas, así como la fuerza de la corriente católica de la Teología de la Liberación que los apoyaba, fue también consecuencia directa de esas luchas anteriores y de ese fraude electoral descarado.
Un sector de los capitalistas y un sector nacionalista en las fuerzas armadas prefirió tener a AMLO como presidente que deber enfrentar una enorme ola de protestas y manifestaciones, inevitables en el caso de un nuevo fraude.
López Obrador logró, primero, la dirección del PRD y, después, el gobierno de la ciudad de México gracias a esa fuerza permanentemente en lucha a pesar de las matanzas y desapariciones de dirigentes campesinos, indígenas y de militantes jóvenes. En esa fuerza se apoyó para vencer en 2006 la elección presidencial que el fraude le robó y para, una vez alejado del PRD corrupto y formado su propio Movimiento de Renovación Nacional (MORENA), sufrir nuevamente el fraude en 2012 y conquistar un apoyo de masas durante todo el sexenio del PRI aliado al PAN y al PRD, la jerarquía de la Iglesia católica, y a otras fuerzas de derecha y ultraderecha. Pudo vencer a pesar de casi un cuarto de millón de muertos y desaparecidos porque frente al narcotráfico fuertemente armado a la corrupción policial los indígenas y campesinos organizaron grupos de autodefensa y policías comunitarias y respondieron a las leyes antiobreras creando sindicatos combativos.
Los capitalistas “buenos” quieren frenar
Un sector de los capitalistas –los que temen sobre todo por el mercado interno, PYMES, comerciantes, industria liviana– y un sector nacionalista en las fuerzas armadas (harto de hacer de policía y ofendidos por la brutalidad de Trump que el PRI aceptaba sin pestañar) prefirió tener a AMLO como presidente que deber enfrentar una enorme ola de protestas y manifestaciones, inevitables en el caso de un nuevo fraude.
Tal como hicieron los dictadores militares argentinos cuando llevaron a Perón –al que habían echado en 1955– de nuevo al gobierno, para frenar y reprimir la protesta de los obreros peronistas, esa gente trata de crear un contrafuego. Pero López Obrador no tiene un partido real (Perón contaba en cambio con los sindicatos burocratizados) y no podrá frenar las reivindicaciones democráticas y sociales que comenzarán a plantearle en breve quienes saben que son pilares de un cambio que no será sólo de ocupantes de la Presidencia. Con casi todos los gobernadores y mayoría en ambas Cámaras AMLO no tiene argumentos para tergiversar, para no actuar de inmediato.
Ni el Departamento de Estado otorga un cheque en blanco a AMLO ni éste es funcional para Washington, que lo ve demasiado dependiente de su apoyo de masas y, por lo tanto, potencialmente peligroso.
El vigilante ojo del amo
Estados Unidos considera a México un problema interno, una parte de su territorio. El petróleo mexicano ya está casi totalmente en sus manos, al igual que los mayores bancos y las principales industrias y el Comando Sur del ejército estadounidense controla México desde Texas. Trump insistirá con el muro divisorio y con la expulsión de los inmigrantes centroamericanos y mexicanos los cuales, por fuerza, volverán a México dejando de enviar remesas y agregándose al ejército de desocupados. El proteccionismo, a la vez, estimulará la devaluación del peso y, así, estallarán nuevas huelgas y movilizaciones.
Ni el Departamento de Estado otorga un cheque en blanco a AMLO ni éste es funcional para Washington, que lo ve demasiado dependiente de su apoyo de masas y, por lo tanto, potencialmente peligroso. Cualquier concesión importante que AMLO haga a su base–y deberá hacerlas– provocará la salida del entorno gubernamental de una parte de los derechistas refugiados en MORENA y aumentará el temor de Washington.
Hoy es la hora en que todos, por interés o por oportunismo político, se convierten en seguidores de AMLO y critican como sectarios a quienes prevén qué sucederá cuando “desaten el paquete”. Los anticapitalistas por supuesto se regocijan ante este triunfo electoral que cambió el gobierno aunque no el poder y junto a los votantes de AMLO lucharán por la revocabilidad de los mandatos de los gobernantes, por la realización de referendos ante cada decisión que comprometa a la nación, por el otorgamiento inmediato de los derechos de los pueblos indígenas, por la reducción de los salarios altísimos de los parlamentarios y aumentos generales de salarios y jubilaciones, por la igualdad y la defensa de las mujeres, por la anulación de todas las leyes antinacionales, antiobreras y reaccionarias aprobadas por los gobiernos anteriores, por la defensa de los recursos naturales y sobre todo del agua afectados por la gran minería y la deforestación, por la desmilitarización del país y la autoorganización barrio por barrio y comunidad por comunidad de policías comunitarias elegida en asamblea para extirpar el narcotráfico y la delincuencia.
*Historiador, investigador y periodista.
Fotos: https://lopezobrador.org.mx