Doña Petrona y la desnaturalización de los mandatos
Melina Martire/El Furgón – Pocas figuras públicas vinculadas a la cocina perduraron tanto en la cultura argentina como Doña Petrona. Nacida a fines del siglo XIX en Santiago del Estero, se mudó con la familia de su futuro esposo a Buenos Aires a principios del nuevo siglo, en confluencia con la ola migratoria. ¿Cómo pasó una mujer que no tenía nada fuera de lo común, de tener pocos conocimientos e interés en la cocina en su adolescencia (como ella mismo se definía) a ser la cocinera y ecónoma más importante del país?
En La mesa está servida. Doña Petrona C. de Gandulfo y la domesticidad en la Argentina del siglo XX, la académica estadounidense Rebekah Pite hace un extenso análisis de El libro de Doña Petrona, best seller de cocina que Petrona escribió, y de su biografía. Este recorrido le permite reflexionar sobre la dinámica de la vida cotidiana en el siglo XX y el rol preponderante de las mujeres en este sentido. Situada entre lo público y lo privado, el estudio de su figura posibilita el estudio de la domesticidad de las mujeres, entendida como la vida del hogar y la dedicación a ella.
El hogar, un sinónimo de lo privado, se confronta con lo público en la medida en que la mujer se fue transformando en “objeto” de empresas y líderes políticos. También de los medios de comunicación que comprendieron el papel fundamental que jugaban las amas de casa en la compra de alimentos y otros bienes de consumo y en la forma de utilizarlos.
Pite se focaliza en el discurso público de la cocinera para autodefinirse y definir a su público. Si bien la ampliación de la capacidad de consumo y las transformaciones productivas desembocaban en la promesa de movilidad social, el ideal de ama de casa que reproducía Doña Petrona representaba a un sector minoritario del público al que tenía llegada: principalmente mujeres de sectores urbanos y de clase media alta.
Por otro lado, la idea de mesa común a la que remite el título del libro define la conformación de la identidad nacional en torno a la comida y el modo de preparar la misma. Petrona enseñaba, primero a través de las columnas en revistas especializadas y luego a través de programas de tv, a comprar correctamente los alimentos, seleccionarlos y combinarlos, preparar la mesa y servir a los invitados. De allí proviene el rol de ecónoma, que excede e incluye al de cocinera. Ella comenzó su carrera trabajando como ecónoma para la compañía británica de gas Primitiva, haciendo demostraciones de sus nuevas cocinas de gas; colaborando así en la modernización de las cocinas argentinas que estaban comenzando a abrir sus puertas a los placeres del consumo.
Esta instrucción en economía doméstica liberaba y restringía a las jóvenes amas de casa. Las ubicaba en un lugar de poder en sus hogares y frente a sus familias, y que muchas veces las llevó a desear una educación específica y más compleja al respecto. Pero, a su vez, restringía al ámbito del hogar el espacio socialmente aceptable para que las mujeres ejercieran su poder.
Es sumamente interesante la abundancia y diversidad de fuentes de las que se nutre la autora para realizar esta rigurosa investigación. Utiliza los registros televisivos de las presentaciones de la ecónoma, la correspondencia que intercambiaba con sus fieles seguidoras –tanto sus respuestas como las consultas de las mujeres-, testimonios de las personas que trabajaron con ella, de familiares y amigos. Y, además, fuentes menos tradicionales como entrevistas, conversaciones informales y experiencias recabadas en varios talleres de historia oral sobre Doña Petrona y la cocina, de los que la autora participó en nuestro país. Las entrevistadas eran mayormente mujeres mayores que crecieron a la par del desarrollo profesional de la cocinera.
Buena parte del libro lo ocupa la confrontación y comparación de las muchas ediciones de El libro de Doña Petrona, donde Pite construye un modelo de domesticidad que historiza en relación con el contexto histórico nacional. Puede verse que Petrona fue desarrollando gran habilidad para volver permeable su discurso, adaptándose a cada presente para mantenerse vigente. Desde la elaboración de una torta secreta para Juan Domingo Perón; la alianza con editoriales y las peleas por la publicación de su libro; su profesión como un negocio familiar custodiado por sus dos esposos e hijos; los consejos para ahorrar en la cocina en tiempos de crisis, hasta la postura supuestamente apolítica en tiempos de la última dictadura militar.
Podemos ver, a través de la historia profesional y personal de Doña Petrona, el cambio en el concepto de domesticidad a lo largo del siglo, que incluyó dentro del horizonte femenino el trabajo asalariado fuera del hogar. Sin embargo, en vez de venir a suplir el rol de ama de casa, éste se transformó en un complemento necesario de aquel. Si bien surgió la necesidad de simplificar en tiempo y complejidad las tareas domésticas, entre ellas la cocina (cuya bandera fue alzada estratégicamente por las marcas de alimentos y de electrodomésticos), la mujer se volvió doblemente presa de la expectativa puesta sobre ella. Para los años 70 ya resultaba evidente que se esperara que cocine, limpie, cuide a sus hijos y también cuide su figura y su dieta. Éstas eran expectativas que Doña Petrona, consciente o no, ayudó mucho a promover.
Hoy se vuelve indispensable repensar estas representaciones y, sobre todo, visibilizar las obligaciones muchas veces no enunciadas directamente, pero sugeridas e inducidas en el imaginario patriarcal. Actualmente sigue siendo objeto de comentarios y juicio negativo el que una mujer no sepa cocinar o no quiera hacerlo. La jornada agotadora en el puesto de trabajo externo es seguida de una jornada de labores domésticas casi exclusivamente femeninas al interior del hogar. Muchas mujeres además son jefas de familia y tienen más de un empleo. Por si esto no fuera suficiente, la remuneración y las prestaciones son inferiores a las que reciben los trabajadores hombres por el mismo trabajo.
La biografía de Doña Petrona C. de Gandulfo que elabora la autora atraviesa todo el texto y da cuenta de transformaciones y resistencias en el ideal de ama de casa. Una pieza fundamental para poder desnaturalizar los mandatos tradicionales y mostrar las relaciones de poder que sostienen ese ideal.