Florencio Varela: una mujer denuncia que sus violadores están libres
Mariano Lieutier/El Furgón – La madrugada del 10 de diciembre del 2016, Paula Martínez fue trasladada hasta un domicilio del barrio San Rafael, en Florencio Varela, sin saber a quién pertenecía, ni por cuáles motivos la llevaban. Para ese entonces ya había sido drogada con escopolamina, una pastilla muy difícil de conseguir en el mercado ilegal y directamente vinculada al delito de trata de personas. Durante casi 3 horas fue violada por al menos “10 sombras, 10 siluetas oscuras”. A partir de entonces su vida se derrumbó psíquica, emocional y económicamente. Martínez no solo perdió el trabajo, además tiene pesadillas, ataques de pánico e intentó suicidarse en más de 15 oportunidades. “Es por eso que en esta casa no tenemos ni un solo plato de vidrio”, protestaba con bronca e impotencia Eduardo, el padrastro de Paula, mientras ella volteaba hacia adentro los brazos escondiendo las cicatrices en sus muñecas.
Desde entonces, Martínez y su familia son amenazados de muerte por “los violadores y sus amigos”. De los cinco rostros que Paula pudo identificar, cuatro viven a menos de 200 metros de su casa. Incluso, durante la fiesta de cumpleaños de uno de esos hombres, celebrada dos casas detrás del patio de Paula, le balearon el fondo de su casa: “Los tiros rebotaron a un metro de donde duermen mis hijos”, detalló Paula a El Furgón con espanto en la voz. Aquella vez Paula llamó a la comisaría, sin embargo la fiesta “nunca terminó”. Ellos siguieron hasta las 9 de la mañana con la música a todo volumen. “Araban los autos y hacían rugir las motos y la policía nunca les dijo nada”, aseguró la joven.
Paula Martínez fue revictimizada en varias oportunidades por el Estado. Entre otras cosas, el fiscal subrogante de la causa, Dario Provizionato, le aseguró que en Florencio Varela “el 70 por ciento de las denuncias de violación son mentiras y el 30 por ciento son verdad”.
Aproximadamente desde el mes de agosto de 2017 Paula Martínez tomó la decisión de juntarse con otras víctimas de violencia de género de la zona sur, principalmente de Varela: mujeres golpeadas, amenazadas y violadas que además fueron ninguneadas por el Estado. De esas reuniones se forjó la agrupación “Corazones Unidos”. A través de esa herramienta Martínez inició un nuevo proceso de supervivencia. Acompañada por su familia, por sus compañeras y por su fe, Martínez, de 19 años, avanza en el proceso de dejar de ser “una víctima” para convertirse en “una sobreviviente”.
El viernes 25 de noviembre de 2017 la agrupación “Corazones Unidos” se movilizó a la Fiscalía de Florencio Varela para preguntar por qué la justicia no hace nada con las violaciones en la zona. Alrededor de 40 personas (en su mayoría familiares, amigas y amigos de las víctimas) se encolumnaron detrás de una bandera cuyo estandarte pregonaba: “El silencio no es nuestro idioma”. Esa tarde, con un micrófono enchufado a un parlante casero trasladado en un carrito de supermercado, Paula gritó a viva voz sus denuncias: “Una de las personas que me violó vive a la vuelta de mi casa y cada vez que me lo cruzó me amenaza de muerte”. A menos de 200 metros del centro comercial de Varela se animó a relatar el episodio más traumático de su vida: “Tengo miedo de que me vuelvan a violar, tengo miedo de que me maten y estoy cansada de que en la fiscalía y la comisaria me boludeen y no me crean”.
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El viernes 9 de diciembre de 2016, 11 meses y 16 días antes de la movilización, Paula soportaba el calor de la noche junto al árbol de jazmines de su patio donde picotean durante el día las abejas y los picaflores. Promediando las 10 de la noche, Mariana Brizuela, una amiga de la infancia que hacía varios años no veía, invitó a Paula por tercera vez a su fiesta de disfraces. “Ella me entregó, ¿entendes? Porque me llevó a su fiesta y después no habló nunca más conmigo”, contó Paula con pena. “Guillermo Chávez es uno de los violadores y me conoce desde que soy chiquita. Él ya era un chabón grande cuando yo andaba en patines por delante de su casa”, reflexionó en voz alta como.
Por los síntomas que Martínez relata es probable que haya sido drogada con escopolamina, una droga sintetizada de un espécimen de flor selvática llamado Daturas Solanáceas. A esta planta se la encuentra principalmente en el norte amazónico del Perú y sus efectos actúan sobre el sistema nervioso central inhibiendo la producción de un neurotransmisor llamado acetilcolina. La droga inhibe la voluntad y genera un automatismo que impide a la persona presentar oposición a cualquier orden que se le imparta. Además, bloquea las funciones colinérgicas del sistema límbico y de la corteza cerebral relacionadas con el aprendizaje y la memoria. Las características de la sobredosis de escopolamina son los recuerdos fragmentarios: “Yo no tengo todos mis recuerdos en fila. No sé qué cosa vino primero y qué después. Son como flashes, escenas de una película que no se termina y que vuelven a empezar una y otra vez”, explica Paula.
Ese 25 de noviembre tras haberse manifestado en varias oportunidades Paula Martínez logró entrevistarse por primera vez con el juez a cargo de la causa, Diego Agüero. Casi 20 días después la UFI N°10 de Florencio Varela, a cargo de la doctora Mariela Eliana López, tomó intervención en la causa y libró siete órdenes detención. Mauro Nahir Goncalvez, Gonzalo Sandoval y Guillermo Chavez continúan prófugos al día de hoy.
El personal policial de la comisaría segunda de Florencio Varela trató a Paula como si fuese “una atorranta”.“Acá en Varela no se roba, no se mata, no se secuestran mujeres y no se viola –le aseguró un sargento de la comisaria tercera de Varela- acá lo único que puede haber es algún que otro hurto de celular o arrebato de cartera”. El personal masculino del cuerpo médico forense no respetó el protocolo, no le realizó ningún hisopado y no le ofreció el “coctel de pastillas” como indica el Ministerio de Salud de La Nación. En su momento, la secretaria de la fiscal Sandra Bresobecht (ya pasaron tres fiscales a cargo de la causa) se negó a atenderla por estar llorando y vestida “toda zaparrastrosa”. Paula dijo que todo el barrio “miró para otro lado” mientras ella gritaba: “acá a la vuelta vive un violador”. Ahora que la justicia le dio la razón algunas personas volvieron a saludarla.
Martínez también fue re victimizada por las redes sociales: “como llegó tarde, sucia y revolcada no le quedó otra opción que mentir que la habían violado”, escribió en Facebook Martín Ramírez, uno de sus vecinos. Paula se defiende cada vez que puede. “Yo estuve en el pozo de los leones. No voy a parar. Lo peor que me podían hacer ya me lo hicieron. Si hago oír mi voz es para que nadie pasé por lo que yo pasé. Sola soy débil, pero unidas somos fuertes”, dijo.