miércoles, noviembre 6, 2024
Cultura

Sus verdades eran también cicatrices

Andrea Prodan/El Furgón* – Entre finales de 2014 y principios de 2015, en la Biblioteca Nacional se presentó la muestra “Luca”. En este relato, su hermano menor no sólo cuenta cómo fue armar esa exposición con la voz de Luca de fondo y sus recuerdos más íntimos, sino que deja estelas de recuerdos sobre un músico que marcó para siempre el rock argentino.

Si bien he sido uno de los reticentes a la hora de entrar en el mundo de Facebook, lo que más me copó fue mirar los intereses ajenos, captar el cáustico sentido del humor argentino y, además, enterarme del vibrante amor y –por qué no, respeto– que Luca, mi hermano, ha provocado en tantas personas. Empecé a subir a Facebook unas fotos que guardaba, algunas en Roma y otras tantas acá. Fotos de mi familia, no sólo de Luca. Ese fue el inicio. Una foto de Café Einstein, posteada por el músico Daniel Melingo, en la cual Luca colgaba como un murciélago desde unas vigas del techo, durante un show de Los Twist, me provocó un río de recuerdos que me llevaron a escribir unos breves ensayitos sobre mi primera visita a este país en el ya lejano 1982.

El periodista Daniel Riera, amigo de Facebook también, sugirió un encuentro con la gente de la Biblioteca Nacional, que se dio de manera muy espontánea. Me gustó de entrada la actitud del equipo, sobre todo la ausencia de cualquier especulación, la apertura mental y la flexibilidad a la hora de actuar y pensar la muestra. Nada de sponsors ni de “tratamiento VIP”. Eso me generó un placer que entusiasmaba. Por mi parte, les entregué materiales de todo tipo: fotografías, cartas, dibujos y collages; objetos significativos, música inédita y grabaciones de la voz de Luca. Y otras cosas se materializaron sugestivamente al mismo tiempo en los últimos meses como, por ejemplo, recuperar la valija que viajó con mi hermano desde Londres, con toda su ropa adentro. Increíble. La valija había quedado en casa de los MacKern, en Hurlingham. Timmy y su mujer me la dieron, pidiendo disculpas por no haberla encontrado antes… Unos pocos días después, surgió la posibilidad de la muestra. Muy loco todo.

Con respecto a la exposición, es la VOZ de Luca lo que más impresiona. La voz que retrata a la Argentina, que relata su historia. Algo sin precedentes. Durará hasta mitad de marzo de 2015 y, como toda muestra pública e introductiva, va a tener un costado divulgativo general para los que no conocen muy bien a Luca. Pero tiene varias capas, y estoy feliz de decir que los que más conocen de su rica historia van a encontrar otras cosas que hasta este momento han sido parte de una mística, y nada más. Van a poder mirar con detenimiento indicios y objetos que los van a acercar a él aún más.

No soy el “curador” de la muestra. Yo mismo aguardo el día de la apertura con curiosidad, para ver qué y cómo serán expuestos los objetos. Seré un seguidor más, ansioso de ver el resultado. Estoy excitado de ayudar desde tan cerca al armado de esta muestra, que es la primera a nivel oficial. Me sacude, me conmueve y siento orgullo, claro. Extrañamente siento también la necesidad de transmitir con claridad aspectos de su ser, algo como cargar con la mínima responsabilidad de que no se pierda el ESPÍRITU de la tan fresca y original persona que era Luca.

En un primer encuentro con la gente del Museo del Libro, propuse que el público tuviera que acceder al salón de la exposición no por la puerta, sino por la ventana: como para recordarnos desde el arranque que Luca era un tipo insólito. Un travieso, un original. La muestra, finalmente, será en el subsuelo. Me parece aún más perfecto tratándose de un verdadero y auténtico prócer del under. Las ventanas serán para otra vez.

Volviendo a la VOZ, creo que la clave de muchas de las cosas que Luca aún nos reserva están allí. Somos animales, los sonidos pueden cargar con más información que las palabras. Luca vive, no sólo por sus dichos de una actualidad inquietante sino a través de su voz. Y él lo sabe.

El aporte de Luca le sirvió al rock, primero, para divertir y divertirse. Y después para lanzar verdades al mar sideral del subconsciente colectivo. Sus verdades eran también sus cicatrices. Sabía muy bien de qué hablaba y sólo hablaba de lo que sabía. ¿Cuántos rockeros pueden decir lo mismo?

Mi hermano hubiera podido ser mil cosas pero fue fiel a su amor más puro, más instintivo. Al arte de su época: popular y libre. El verdadero rock, lejos de las figuritas del exitismo narcisista y estéril de ahora. El rock de sus ídolos, el de los Jim Morrison, Lou Reed, Bob Marley, John Lennon, Bob Dylan o Peter Hammill. A veces me consultan si Luca se cansó del rock y la verdad es que no sé. Si la respuesta es sí, lo comprendería, pero nunca fingió. En cada show donde cantaba él era un derrochador de verdades, dolores y alegrías. Y esto, si bien tiene un precio, también tiene un premio.

El hecho en sí de que la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, respetada en todo el continente, se preste a ponerle un pedestal –bueh, un sótano– a Luca es, francamente, lo más novedoso, ¿no les parece? Aguardo ver la muestra armadita para pronunciarme nuevamente. Una idea compartida con el equipo de la Biblioteca, que ha salido muy pero muy bien, es la complementación con un “anti-catálogo”. Ya van a querer tenerlo varios en su casa.

A Luca nunca lo vi histérico, nunca lo vi rígido ni enjaulado. Sabía perfectamente a quién tenía enfrente. Era una máquina de rayos equis de la personalidad humana. Era un líder natural y los otros lo elegían. Las otras, también. Pero su alta sensibilidad y compasión lo hacían tambalear cuando estaba lejos de sus amores, de sus certezas, de sus raíces. Su ausencia de miedo, su felina curiosidad, hacían de él un humano superlativo, duro en sus juicios pero lleno de empatía. Tosco pero fiel como pocos amigos. Parecía que no necesitaba de nadie, a veces, ¿no? Ahí estaba su peor faceta.

Pero en definitiva, lo que buscaba Luca era AMOR.

*Artículo publicado en la Revista Sudestada N° 135, diciembre de 2014