Ser ingeniera en un mundo de hombres
Delfina Tremouilleres/El Furgón – La Ingeniería parece ser un lugar reservado para los hombres: solo el 19 por ciento de los trabajadores de la Fundación INVAP son mujeres y la mayoría realiza actividades administrativas. Sin embargo, Verónica Garea se destaca en su profesión y traslada sus expectativas de igualdad a ese ámbito.
Estaba en séptimo grado. Vio en la televisión una publicidad del Instituto Balseiro y lo decidió: quería ser ingeniera. Verónica Garea, directora ejecutiva del INVAP, hoy tiene 51 años y una larga trayectoria en la ingeniería y en el feminismo. Pero el camino para alcanzar sus objetivos no fue fácil.
“¿Dónde está la Srta. Snoopy? ¿Qué pasa, esta materia es demasiado para ella?”. El profesor de electrotecnia de la Facultad de Ingeniería de la UBA la tomó de punto por ser mujer. Era la única de la materia y una de las tres chicas entre los 100 estudiantes que hacían la carrera ese año. A todos los varones los llamaba por su nombre; a ella “Señorita Snoopy”, porque tenía stickers del personaje en su carpeta. Lo cierto es que Verónica ese día estaba ausente porque había aprobado el examen de ingreso al Instituto Balseiro, cosa que su profesor no había logrado cuando estudiaba. Un amigo de Verónica contestó a su pregunta con la buena noticia y él, sin decir nada, se dio vuelta y siguió la clase. No fue el único profesor que creía que la Ingeniería no era para mujeres: otro le decía que estaba ocupando el lugar de un hombre inteligente.
La cantidad de alumnas en el Instituto Balseiro siempre se mantuvo en un porcentaje histórico del 10 por ciento. Cuando Garea estudiaba había tres mujeres de 30 estudiantes y hoy hay seis de 55. Ella no cree que tenga que ver con una cuestión de capacidad o dificultad; sino que se espera que las jóvenes tengan un proyecto de vida que incluya otras cosas que son tan o más importantes que la carrera profesional: como tener hijos. Y un trabajo que genera tanta dedicación parece ser incompatible con las que son madres.
Esa situación fue la que la llevó al feminismo. Tuvo su primera hija cuando estaba terminando su doctorado en Estados Unidos y ahí hizo el click: “A mí me había pasado algo así como un terremoto vital, pero se esperaba que eso no se notara. Para mí había un montón de dificultades: tenía un bebé que tomaba la teta, que necesitaba de mí, y eso a mi vida profesional no le interesaba en lo más mínimo”.
Se dio cuenta de que tenía desventajas por ser mujer. Mientras que su marido no se enfrentaba a ningún conflicto, a pesar de que también había sido padre por primera vez, ella tenía que combinar la crianza de un hijo y su trabajo. Dos mujeres, esposas de eminencias de la ingeniería en ese entonces, le hicieron notar esa diferencia: “A ellos les fue como les fue porque nos tenían a nosotras que nos ocupábamos de todo. ¿Vos qué vas a hacer?”. Esa charla le abrió los ojos y fue lo que los hizo regresar a Argentina, donde por lo menos había leyes de protección y licencia por maternidad y hora de lactancia.
“Yo soy una persona que no puede separar la militancia del ejercicio de la vida cotidiana porque creo que eso es militar: vivir coherentemente con el discurso que vos tenés”, dice a El Furgón Garea. Es por eso que ahora, después de varios años, tiene una posición sólida en el mundo de la ingeniería y traslada sus ideales a su profesión. Intenta acompañar los procesos familiares de la gente que depende de ella y es flexible con las madres y los padres que están en etapas de crianza temprana.
En diálogo con El Furgón Dalila Grinkraut, compañera de trabajo y amiga de Garea, dice: “Más allá de ayudarlas y de no competir (una cosa que lamentablemente se reproduce mucho y enfrenta mujeres contra mujeres), Vero es una referente para temas de género. Cuando alguien tiene problemas, personales o no, van a verla y ella hace lo posible para colaborar o canalizar el tema por las vías adecuadas”.
En un ambiente en el que los códigos, los hábitos, el estilo de liderazgo que se promueve y la cultura organizacional siguen siendo muy masculinos y machistas, Grinkraut destaca la sororidad de Garea y la importancia de darle presencia a su familia; dice que eso la hace mucho más “humana”. Eso se ve reflejado en la vida que lleva en paralelo a la Ingeniería: colabora en un grupo de apoyo a la lactancia materna para acompañar a otras mamás que quieren amamantar y tienen dificultades. “Vero es una persona de esas que no abundan porque además de ser muy inteligente, algo que está a la vista con sus logros, es sensible socialmente. En lo personal aprendo mucho estando al lado de ella porque es generosa y se define por la sororidad”.
A Verónica le gusta el arte y los idiomas. También canta en el grupo “Banda Sonora de Películas que no Existen”. Pensó algunas veces en su adolescencia en hacer carreras como lingüística o filología. Pero siempre volvió a la ingeniería nuclear, a ese primer deseo impulsado por el aviso en la televisión.