domingo, octubre 6, 2024
Nacionales

Infancias trabajadoras en América Latina: un debate urgente

El Furgón* – Walter Bogado y Carlos Flecha, integrantes del Movimiento Latinoamericano y del Caribe de Niñas, Niños y Adolescentes Trabajadores (MOLACNATS), dialogaron con el programa Enredando las Mañanas, de la Red Nacional de Medios Alternativos de Argentina.

Walter tiene 18 años, es lustrabotas en la estación de trenes de Asunción (Paraguay) y se empezó a organizar hace más de una década. Carlos Flecha es su acompañante-educador.

En esta entrevista hablaron sobre las infancias trabajadoras criminalizadas, relación que existe entre la intención de bajar la edad de punibilidad y aumentar la edad reglamentaria para ingresar al mercado del trabajo y cómo es la experiencia de niñas, niños y adolescentes que en América Latina construyen proyectos de organización por sus derechos, y se constituyen como sujetos de derecho y sujetos políticos.

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-¿Qué es el Movimiento Latinoamericano y del Caribe de Niñas, Niños y Adolescentes Trabajadores?

-Walter: Es un colectivo de organizaciones de niñas, niños y adolescentes trabajadores organizados, que actualmente se encuentran en nueve países (Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador, México, Perú, Paraguay, Colombia y Venezuela). Lo que busca es la dignidad del niño, la niña y el adolescente trabajador. El trabajo a uno lo dignifica, lo hace sentir bien, ayuda al crecimiento. También promulga la participación protagónica de niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos, ya que casi siempre son los adultos los que participan y a los niños se les hace a un lado. Eso promulga principalmente el Movimiento.

-¿Cómo fue tu comienzo, cómo empezaste a participar? ¿En qué te cambió?

-Walter: Empecé a trabajar dentro de la organización del MOLACNATS en mi país. Allá se llama CONNATs (Coordinación Nacional de Niños, Niñas y adolescentes Trabajadores del Paraguay). Formo parte de ella desde hace un poquito más de diez años. Empecé desde muy chiquito en la organización, a los seis, a organizarme, a trabajar en equipo, a debatir sobre temas no muy políticos en ese entonces, pero que nos afectan a nosotros desde muy chicos. Estuve desde los seis a los diez años en mi comunidad, que hay un grupo de base ahí. Después me lancé al espacio público, la terminal de Asunción, donde estoy trabajando hasta ahora como lustrabotas. La organización me ayudó como persona a formarme, a conocer más, pude aprender más valores que me ayudan hasta ahora, como la solidaridad, el respeto, el compañerismo. También me ayudó mucho con mi estudio, ya que gracias a que trabajé pude seguir estudiando. Este año termino el colegio. Me ayudó a hacer un aporte solidario a mi familia con los gastos de la casa, ya que como somos muchos hermanos los gastos son muchos. Me ha ayudado a formarme políticamente, a ver la realidad desde un contexto muy diferente y es la que no te pone en la misma línea de los demás. Es abrirse un poco más y conocer las verdades, las realidades de todos los países y no lo que te muestran solamente la tele, los medios de comunicación, que es muy distinta a la verdadera realidad de los países.

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-Hay una mirada general, hegemónica, en torno al trabajo infantil que se asocia rápidamente a la explotación. ¿Por qué crees que existe esta concepción y por qué es un tema difícil para abrir el debate?

-Walter: Cuando nosotros decimos infancia que está trabajando, la gente nos asocia con la explotación. No tiene esa mirada crítica diferencial de lo que es trabajo y de lo que es explotación. Para nosotros es trabajo todo lo que te genere dignidad, porque te ayuda a crecer como persona siempre y cuando vos te sientas cómodo en ese espacio que estas laburando. Explotación es una cosa muy distinta. Creo que también se fue formando desde organismos internacionales como UNICEF, que no hace esa diferenciación. Para la OIT (Organización Internacional del Trabajo) la explotación infantil está considerada una de las peores formas de trabajo, el minitráfico de drogas también está ahí. Esos no son trabajos infantiles, son causas de la explotación hacia los niños, niñas y adolescentes, y hacia sus padres también. Hay gente que no se abre al diálogo y dice que el niño sólo debe estudiar y jugar, pero eso en sí no es la realidad. Ese término es usado globalmente para hacer quedar mal a los niños que trabajan, ya que no hacen esa diferenciación. Para esos organismos internacionales todo es lo mismo, meten todo en una misma bolsa, no les importa la cultura, como la campesina en la que trabaja su familia, los otros que hacen trabajos comunitarios y, para todos, ese trabajo es explotación y está mal.

-En el sentido común, por lo general urbano, muy distinto a la cosmovisión, a las concepciones de mundo, a la cultura campesina o indígena, se separa tajantemente la educación del trabajo, mientras que a nivel rural, el trabajo es un proceso formativo, proceso donde uno adquiere saberes, conocimientos, incluso es un proceso pedagógico. ¿Cómo ven este sentido común, que es dominante, que muchas veces rechaza, incluso estigmatiza, esas prácticas desde una visión no solo adulto-céntrica sino a veces que ningunea a las culturas campesinas, indígenas o a otros territorios rurales donde educación y trabajo no tienen que ver con lo que por lo general quiere imponer la escuela o un sistema educativo homogeneizador?

-Carlos: A lo largo de este tiempo, estas concepciones reduccionistas fueron globalizando estos conceptos, estructurándonos para después reprimirnos y hasta utilizarlo como medio de control social. A partir de esto se genera todo un imaginario social, y este imaginario social lleva a una estigmatización, criminalización, a una estructuración dentro de los diferentes ambientes, perdiendo de vista las diferentes dimensiones. Es decir, se tiene en cuenta que el niño debe de estudiar y debe de jugar, y hablamos de la escuela estructurada, enmarcada dentro de un sistema. Se pierde de vista lo comunitario. Se pierde de vista hasta la construcción familiar en el amplio sentido de la palabra. Y eso es adrede. Nos hace perder cultura; de entrada, esa cultura de solidaridad. Nos hace perder cosmovisiones, que las traemos arraigadas a través de nuestra descendencia o no, y que nos hace vivir en un mundo individualista, que no permite encontrar en el otro, a ese compañero, hermano, a ese amigo para seguir construyendo. Ese mundo individualista hace que cada uno construya bien estructuradamente todo lo que se viene. En síntesis, son sistemas de control social que persiguen a todos aquellos que tratan, osan en poder realizar algún tipo de esas actividades. Esas actividades que ni siquiera se les permite a les niñes y adolescentes llevar delante de un modo formativo, educativo. Todo está estigmatizado, todo está criminalizado. Es muy diferente ver a un niño, a una niña –que sigue siendo niño/niña- a un modelo por televisión que es muy bien visto, que tiene una aceptación social. Y es muy mal visto cuando vemos en la esquina a un niño, y especialmente al de nuestras barriadas. Vemos a un niño sucio e inmediatamente pasan dos o tres cosas por la mente: está trabajando, se está drogando o está queriendo afanar. Son cosas que nos llevan a un debate profundo, inclusive dentro de la misma izquierda que tenemos que reconceptualizar y volver a esta cosmovisión profunda de nuestros pueblos, que muchas veces hemos perdido, y volver a esos valores. Nosotros, por ejemplo, dentro de la organización, en mucho de los movimientos, se vuelven a prácticas comunitarias, trabajos comunitarios. Nosotros venimos de una cultura guaraní. No existía la palabra trabajo. Existía las actividades comunitarias, las acciones sociales. Era tan natural. Y formaba parte del crecimiento, de la formación del ser humano. Las mingas son el trabajo comunitario donde todos nos ayudamos, donde estamos juntos. Eso está estigmatizado. Hoy no se puede hacer. Hoy los chicos y las chicas empiezan y desafían un poco al mundo adulto y hasta nuestros pensamientos más profundos, y eso es transformación. Y abrirse a eso es un desafío, es desestructurarse y un generar cambios de fondo.

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-¿Cómo trabajan y construyen colectivamente desde la niñez, desde la adolescencia, un proyecto que batalle contra el adultocentrismo? ¿Cómo es ese desafío cotidiano entre ustedes?

-Walter: No apuntamos tampoco al niñismo, que sólo niños-niñas y adolescentes solos van a cambiar al mundo, sino que decimos que vamos a hacerlo en conjunto con los adultos, ya que es algo que por sí sólo ningún sector lo va a poder lograr. Ese cambio se va  a lograr todos juntos. Es un proceso difícil. Va costando pero es muy bueno, deja muy buenos elementos de trabajo. Tenemos instalado muy fuerte el adultocentrismo, el machismo, que de por sí a uno le cuesta mucho cambiar luego de transitar otra realidad, que hiciste otras cosas, el darse cuenta que no sos vos el que tiene toda la razón. No se va a hacer sólo lo que el adulto dice, o no se va a hacer sólo lo que vos decís, sino lo que se elige conjuntamente para ver qué es mejor para todos. No para un sector o para el otro. Fuimos desafiándonos a nosotros mismos, a ver a dónde podíamos llegar, más que nada haciendo los análisis de coyuntura. Analizamos, vemos la realidad que afecta a nuestro país en el ámbito político, social y económico, y no sólo en nuestro país, sino en los distintos países de Latinoamérica y eso nos da otra visión que hay niños-niñas y adolescentes sufriendo esto en tal y tal país. El análisis de la tierra, que es uno de los principales problemas en Paraguay, donde un poquito más del 3 por ciento de la población tiene el 80 por ciento de toda la tierra productiva, todo eso también lo solemos ver desde nosotros mismos, y de eso llegamos a una conclusión de que el trabajo es lo que nos da dignidad, nos identifica como trabajador y nos ayuda a crecer como personas, no individualmente sino colectivamente. Ahora mismo no estamos usando el término de trabajo infantil, porque es usado por las organizaciones internacionales para dejar mal a la niñez trabajadora y se mezcla directamente con la explotación. Estamos usando el término infancia trabajadora, ya que ponemos en primer lugar el niño, niña y adolescente después del trabajo que hace.

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-Hay una cuestión que es transversal a la realidad de Nuestra América que es la criminalización de los pibes y las pibas. ¿Qué opinan de todo esto que está sucediendo?

-Walter: nosotros trabajamos porque queremos dar un apoyo solidario a nuestras familias. Nosotros pasamos ofreciendo nuestro trabajo de lustre y la gente piensa tan mal, que cuando pasas esconde todos los bolsos, porque piensan que les vamos a robar. “Vos trabajas porque te querés drogar”, “vos sos un vago”, dicen sin saber todo eso. Al decir que vos sos niño, niña trabajador/a te dicen que tus padres te están explotando. Al decir que vos tenés voz propia, dicen que alguien te está manipulando, siempre le buscan la contraria a lo que vos decís. Sí o sí buscan estigmatizarte, hacerte quedar mal con la sociedad, que piensa con un sistema muy capitalista que tienen tan metido por dentro que no le da también la posibilidad de analizar y de ver desde nuestra visión nuestra propia realidad. Casi toda la gente se guía por la realidad que ve en la tele, en los medios, cosa que nunca van a mostrar la verdadera realidad porque no les conviene. Es algo muy contradictorio y muy fuerte a la vez al mismo tiempo. La cuarta conferencia de la OIT es exclusivamente sobre trabajo infantil, y se va a hacer en Buenos Aires en noviembre. Nosotros  invitamos a la gente a que vea un ejemplo muy claro del sistema adulto-centrista que tenemos, y es que en el encuentro de la OIT va a haber todas personas adultas, “niñólogos” le decimos nosotros, expertos en infancia supuestamente y no va a haber ningún niño/a ni adolescente trabajador contando por qué está trabajando. Esta es una gran contradicción, porque supuestamente la OIT promulga la participación de niñas, niños y adolescentes pero no son cumplidos.

*Para escuchar el audio de la entrevista: http://www.fmlacaterva.com.ar/2017/08/infancias-trabajadoras-en-america.html