Poner sobre la mesa el poder de las palabras
Gustavo Grazioli/El Furgón – El vehículo que transporta las pasiones, los desamores, la oscuridad, la adrenalina, la belleza y la vida. Todo eso se podría listar si se piensa a la poesía dentro de un orden paradigmático. Y alcanzar esos estados de pensamiento es posible a través del acercamiento hacia la inquietud, la cual conduce hasta un poeta que trabaja con cada uno de estos. Gustavo Yuste con su trabajo Las canciones de los boliches (Santos Locos, 2017) va a poner sobre la mesa el poder de la palabra. Va aparecer una fuerza por cuestionar la vida cotidiana y un futuro incierto. Yuste, entonces, indaga los huecos a los que muchas veces es difícil llegar sin un empujoncito.
La función que vienen a cumplir estos poemitas es la del pensamiento. No es poca cosa.
Con un lenguaje que no traba condescendencia alguna, el autor llama a las cosas por su nombre. No hay pedidos de limosna ni surgen juegos para demostrar ninguna clase de inteligencia literaria. Sólo habla la prosa y los pasajes entre verso y verso se completan con una melodía interna que irrumpe el confort. Algo se mueve y eso es preciso.
“Tener miedo/ de pasar dos noches juntos/ y que ya no tengamos/ de qué hablar”, dice Yuste al comienzo del poema Tener miedo, casi como una radiografía del siglo XXI. Con una filosa honestidad escarba una escena que puede ser la de cualquiera que convive, disputándose y penándose por no comprender cuál es el rol del dialogo entre dos personas. La rapidez de los tiempos y la espesura del aburrimiento. “Tener miedo/ de no coincidir nunca más/ en tiempo y forma”, agrega.
Yuste todavía acerca la lupa un poco más sobre la canasta básica de la vida y pasa a ver de cerca la vejez. Dialoga sin pudor con ese estadio y satiriza las contradicciones de la industria de la escritura. Combate esos flancos con una prosa disruptiva y describe los rangos etarios de lo que pasa a trazarse como parte de un lenguaje anacrónico, cuando la tercera edad haya llegado y el mercado se lo haga notar. “Cuando tenga 50/ se va a leer a los poetas de 20 años/ que vienen a renovar la poesía/ de autores acabados, viejos y aburridos/ como yo”.