Compras comunitarias: estrategias posibles en tiempos de crisis
Sebastián Carapezza*/El Furgón – Algunos dirán que estos grupos nacieron por la necesidad, por el aumento de precios que no tienen fin, o por la sana costumbre de organizarse. Lo cierto es que los grupos y las personas que se juntan para comprar en conjunto crecen al ritmo que impone esta inflación.
Comprarle directamente al productor. Frutas y verduras de nuestra región y provincia. Huevos de nuestra ciudad. Harina de El Bolsón. Miel de San Martín. Ravioles de un emprendedor de Península San Pedro. Pollos orgánicos de Mascardi. Y así. La inmortal Norma Pla estaría orgullosa.
Los productos ofrecidos son de los más variados. Algunos apuntan a la calidad y a la compra directa a productores de la zona. Otros a aliviar los bolsillos que en estos tiempos andan secos y preocupados. Cerveza artesanal, vinos que se compran por cajas y se venden por unidad, abaratando casi a la mitad su precio de góndola; carne por bulto cerrado, galletitas del distribuidor, pollo sin estrógeno, quesos por hormas, elementos de limpieza y así, cada rincón de la casa se va aprovisionando con esta compra que no se hace sólo por cuestiones económicas y financieras, sino también solidarias o de salud.
Ahorro, conciencia y trabajo
Tres historias reales con nombres ficticios. Julián, Marina y Mario. Una tarde Julián sintió que le estaban robando mientras miraba el precio de los vinos en un supermercado anónimo. ¿Cómo puede ser que esa misma botella cueste el doble que en otro de la misma ciudad?, se preguntó. Marina quería comprar yerba mate de productores y aunque pagaba unos mangos de más, le costaba conseguirla regularmente en Bariloche, a casi 3.000 kilómetros de los yerbatales. Mario extrañaba el sabor auténtico de las frutas y las verduras y se cansó de la pésima calidad que le ofrecían los comercios que aseguran tener “aprecio por usted”. Entonces se juntaron, convocaron y se conformaron como grupo. Y entendieron que no tenían techo.
En el camino de su autogestión tuvieron que aprender mucho y variado, como sus productos. Sobre todo, tener el ejercicio de manejar una prolija administración que contemple todos los movimientos de cada asociado y que se amolde a la necesidad requerida. En este tipo de proyectos se sabe que aquí suelen estar el cuello de botella y las limitaciones de cada uno, y ahí es donde comienza a resquebrajarse el proyecto.
Por esta razón, para asegurar que se pueda sostener en el tiempo, se decidió cobrar un 8 por ciento sobre el total de la compra que va destinado a gastos operativos, movilidad y gestiones con proveedores, fraccionamiento y pesaje, y a solventar las horas de los compañeros que están abocados a la tarea.
Estos emprendimientos invitan a meterse en un mundo nuevo y llevarse aprendizajes. Resulta una inversión de tiempo importante, sobre todo al principio, cuando uno no tiene el ejercicio de manejo con proveedores, cálculos y logística. Pero ese tiempo no es un gasto, es una inversión para estas familias que apuntan a hacer una compra mensual con esta metodología.
Parte y (re)parte
Hoy es día de reparto y hay clima festivo en el local de CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular). Los integrantes de COOPATE pululan, entran y salen con cajas de diferentes tamaños y colores. Se sienten olores que por momentos nos hacen rememorar a otras épocas, cuando deambulábamos por los mercados de Latinoamérica. Una cumbia entona estribillos fáciles que son tarareados por un par de muchachas entre risotadas, mientras pesan las verduras. Se trabaja a buen ritmo, porque saben que aún quedan cosas por resolver, acomodar, fraccionar, stockear, corroborar y muchos otros verbos que terminan en ar, er e ir. Es una jornada larga que comprende desde las 9 a las 15 hasta que se termina el reparto y se comienza a limpiar y ordenar el local que se comparte con otras organizaciones que también trabajan la economía social. Conciencia compartida sin jefes ni patrones. Los freezer, donde un par de horas antes se guardaban yogures orgánicos, pollos y carnes, van alivianando su peso y sólo quedan los pedidos de los que no pudieron pasar a buscarlos y, llegado su momento, se llevarán de yapa un reto.
Miles de verbos y acciones se esconden detrás de estas tres palabras: Grupo de compra. Algunos de ellos pueden ser pedir al productor la oferta con los productos y sus precios, preguntar hasta cuándo se mantienen los mismos y con cuántos días de anticipación necesita que le pasemos el pedido. Comunicar la fecha de cierre del pedido. Resolver cómo llega la mercadería. Avisar la oferta en planilla (agregando el costo del flete a los productos, si fuera posible), dejar bien claro qué día cierra el pedido. Cerrar en la fecha convenida, redondear teniendo en cuenta si es necesario llegar a una cierta cantidad o bulto. Hacer el pedido. Definir horario de búsqueda/recepción de mercadería y organizar la recepción. Fraccionar, envolver, pesar, etiquetar, distribuir en el casillero de cada asociado los productos requeridos. Y más.
En esta primavera CEO, donde los dueños de empresas son ministros y manejan nuestro dinero desde el (otro) mercado pero también desde el Estado, por momentos resulta más redituable dedicarse una mañana entera a hacer compras grupales que salir a trabajar si estás en un trabajo informal. Así estamos.
Este camino de la autogestión resulta largo y lleno de baches, en donde a veces es un periplo a ciegas. También es cultura de ahorro, conciencia y trabajo. Esto es plantar rebeldía para salir de la cruda normalidad. Es el campo de batalla de la economía de cada familia. Somos nosotros mismos que queremos decidir qué nos conviene, dónde dejamos nuestros recursos y a quién fortalecemos. Esa autonomía significa estar vinculados con otros, con los que viven o hacen cosas como nosotros, y poder coordinar acciones conjuntas. Saber dónde conseguir los alimentos, saber con quién tejemos alianzas y nos sentaríamos en una misma mesa a almorzar.
Que la organización cuesta no es ninguna novedad. Que no siempre llega a buen puerto, tampoco. Pero sí es sinónimo de algo que se está gestando, que se mueve, que transforma en acción un deseo y una necesidad de hacernos cargo de nuestro propio destino. Podemos. ¿Vamos?
Satélites del mercado comunitario
El año pasado, por ordenanza se institucionalizaron las reuniones que ya se venían realizando entre consumidores y productores, sean labradores o primarios relacionados al Mercado Comunitario. Es un concejo asesor que no es vinculante; significa que puede dar opiniones no vinculantes para el directorio, que es la figura que crea el ente. Emilia Gennaro pertenece al nodo de compras de Los Coihues y fue elegida como representante de los consumidores en este espacio.
“Los nodos y grupos de compras están fundados en lazos de solidaridad donde cada integrante tiene distintas motivaciones para sostener ese espacio: desde sólo contar con verdura y fruta cerca, y no tener que ir al centro para hacerse de ella, hasta tener una fuente laboral, pero más allá de las variantes, siempre expresa determinada preferencia de esa persona por cuestiones vinculadas al precio justo, a comprar lo local, a saber la procedencia de ese alimento. Todavía falta educación para el consumo, alimentación saludable y demás, pero hay que buscarle la vuelta para comprar barato, saludable y de un productor cercano”, explica.
Emilia establece una diferencia entre las dos formas de organización, en estos casos ligadas al mercado a través de la compra de sus productos: “Los nodos tienen venta al público y los grupos de compras se organizan y las compras quedan entre ellos. El nodo, en algún punto, termina siendo como un proveedor, ya que el mercado le vende a un precio establecido de venta al público en general. El grupo de compras adquiere a un precio y se venden entre ellos a ese precio, no hacen diferencias”.
“No está muy claro cuántos nodos y grupos existen en la actualidad –agrega-. Algunos son Coopate, Charcao, La Pionera, Los Coihues, Mesa Redonda, Cooperativa 2 de Octubre, Abriendo Esperanzas, y algunos grupos más en los barrios mediante los CAATs o juntas vecinales. Los más antiguos en algún momento dejaron de comprar al mercado, porque no les resultaba económico y a su vez no contaban con logística suficiente para buscar las verduras desde el mercado a sus respectivos barrios. Eso pasa seguido en el nodo de Los Coihues, ya que no contamos con movilidad propia para estas compras”.
“El que compra al productor no apunta a comprar más barato, sino saber a quién le comprás –analiza Emilia-. Todavía hace falta profundizar ese punto y las políticas de compra y que termine siendo realmente del productor al consumidor, si hay un intermediario grande en el medio se desvirtúa”.
Son espacios de participación que llevan su tiempo y por eso cuesta, pero también tienen su propio gustito. Ya hay un consumidor que está apostando a comprarle a alguien cercano. Emilia remata: “Se está comprando valores, no se está comprando más barato”.
*Revista Al Margen (www.almargen.org.ar)