Volver al 19 y 20
Agustina Salinas (Fotos y texto)/El Furgón – Recordar es volver a pasar por el corazón, dicen.
En el verano de 2001 yo tenía 10 años y recuerdo estar con mi hermana Meli, de 11 años, jugando solas en mi casa porque mi mamá y mi hermana mayor se habían ido. Recuerdo mirar por la ventana y ver a muchos vecinos yendo en bici, con carritos de supermercado y bolsas, para el lado del centro de Castillo. Nosotras mirando por la ventana cómo pasaba tanta gente y no entendíamos nada. Recuerdo que pusimos Crónica y ahí nos enteramos. Escuchamos la palabra “saqueos”, que andá a saber qué entendí que significaba. Mostraban imágenes de gente levantando las persianas de los súper y llevándose cosas, todo lo que sus brazos podían sostener, acaparar. También recuerdo que mostraban cómo alguien en silla de ruedas intentaba entrar a una casa de electrodomésticos para saquear. No sé si era un hombre o una mujer, lo que sí me acuerdo es cómo se empecinaron en filmar la dificultad de esa persona para entrar, de la misma forma que se empecinaron en mostrar al chino de Ciudadela llorando porque se llevaban su árbol de navidad. Y de la misma forma que estigmatizaban a los saqueadores, que antes que ese nombre genérico que les pusieron, eran personas sin trabajo, con hambre y dignidad. Uno de ellos decía: “No tengo para comer, no puedo laburar. Tengo cuatro hijos… Esto no es nada, el pueblo se tiene que poner las pilas, esto va a ser peor”.
Al rato volvieron mi mamá y mi hermana y nos contaron qué pasaba. “En Castillo están saqueando todo. El chino, el ‘Jota-Jota’ y los almacenes”. Recuerdo que Crónica llegó a Castillo y filmó al chino del supermercado Mark (el primero y único de Castillo). Lo filmaron apuntando con un rifle a una garrafa, amenazando con explotar todo si las el saqueo de su super se concretaba. Recuerdo que al pasar unos días después por la puerta del Mark había un cartel que decía “cuidado, persiana electrificada” y tener miedo a morirme electrocutada.
Esa noche fue difícil. Recuerdo las asambleas de las vecinas de la cuadra, organizándose por los rumores que decían que iban a venir del barrio Los Pinos y de Lafe a saquear nuestro barrio. Recuerdo que mi vecina Marga se calzó con un hacha y piedras. Recuerdo las ventanas de mi casa tapiadas, porque no había rejas y no vaya a ser que quieran meterse por ahí. Recuerdo a todos mis vecinos enfierrados, a mi progenitor diciendo que le prestó balas a uno para “reforzar”. Recuerdo el fuego de las esquinas, esperando iniciar una guerra ante la llegada de las hordas de los barrios aledaños, que iban a venir a saquearnos a nosotros pero que nunca llegaron porque desde esos barrios también nos esperaban enfierrado con las mismas intenciones.
Recuerdo no poder dormir por miedo. Siempre miedo a que pase lo peor, que no se sabía bien qué era; sí lo que estaba sucediendo, lo que vendría o lo que ya pasó. Recuerdo la Cadena Nacional y escuchar por primera vez “Estado de sitio” y mi mamá explicándome qué significaba con un tono preocupante. Recuerdo el “que se vayan todos”, recuerdo ver la represión, los gritos, los caballos, los llantos, el fuego. Recuerdo las palabras corralito, piquete, olla popular, convertibilidad, devaluación, dólar/peso, trueque, Cavallo, arbolitos, las zapatillas de Ruckauf, el “petrolio” y el “plesviscito” de Rodríguez Saa, luego presidente por unos días. Recuerdo mirar Telenoche, Santo, Mónica y César. Recuerdo al helicóptero, llevándose a De La Rúa, huyendo, para que no lo destruyan. En ese momento no entendí por qué no se había ido por la puerta. Recuerdo que se hablaba de muertos, aunque mejor dicho eran asesinados. Al herido en las escalinatas del Congreso, a los pibes con el pecho en el asfalto caliente, ensangrentados, con los ratis alrededor.
Recuerdo la asunción de Duhalde y que sea lo que dios quiera, al que meses después Clarín curiosamente lo apodó “crisis” y con ese sobrenombre trató de ocultar su responsabilidad en los asesinatos de Darío y Maxi.
Y hasta acá puedo recordar de ese tiempo tan nefasto y doloroso antes que se me llene la garganta de nudos y los ojos de lágrimas.
Hoy, 15 años después, pateamos esas mismas calles germinando la victoria.
“Porque el gigante no duerme, sólo espera, para seguir en la pelea y cuando avanza no recula”.
[huge_it_gallery id=”9″]