25N: Contra las violencias hacia las mujeres
Agustina Salinas (Fotos y texto)/El Furgón –
¿Cómo detectar esa violencia que sufrimos desde que nacimos?
¿Será cuando nos agujerearon las orejas y vistieron de rosa para identificarnos?
¿Será cuando nos mandaron a hacer filas con nenas?
¿Será cuando nos dijeron que “no juegues con las piernas abiertas”?
¿Será cuando nos regalaron nuestras primeras muñecas para jugar a la mamá?
¿O será cuando nos impusieron que la menstruación es mala sucia fea y debe ocultarse?
¿O cuando empezamos a crecer y los ojos de los tipos iban directo a nuestras tetas?
¿O cuando fuimos a la casa del pibe que nos gustaba y nos obligó a coger “porqueparaquéviniste”?
¿O cuando tuvimos que esperar hasta los 30 años para hablar sobre identidad y empezar a amar y dejarnos amar por otras mujeres?
¿O cuando nos dijeron que mejor no denunciar al violador porque se rompe la familia?
¿O cuando papá le pegó una piña a mamá porque se vistió para salir?
¿O cuando nos empezamos a llenar de hormonas para no quedar embarazadas porque a los pibes no les gusta usar forro?
¿O cuando se “olvidaron” de avisarnos que se les rompió el forro?
Las violencias se manifiestan de formas no muy fáciles de reconocer, adoptando como normales imposiciones patriarcales y roles definidos, alcanzando el punto máximo en el asesinato de mujeres, los femicidios. Es la ausencia por acción u omisión por parte del estado de derechos fundamentales para las mujeres, la posibilidad de decidir sobre nuestros cuerpos, negándonos una educación sexual y estigmatizando y haciendo leyes más punitivas para las mujeres que lo hagan.
Llenamos las calles de canciones, de batucadas de redoblantes y de reclamos y exigencias. Porque nos urge hacernos respetar y frenar esta avanzada violenta que nos convierte en objetos desde el día en que nacemos, porque nacimos por imposición porque nuestra madre no pudo decidir si tenernos o no. Y resulta que Bergoglio nos perdona y capaz hasta podremos ingresar al cielo… aunque en el camino nos siguen matando y seguimos muriendo desangradas, no sin antes ser señaladas y condenadas. Señaladas por la moral cristiana ciudadana que no nos deja disponer de nuestros cuerpos de la forma que sentimos. Que nos viste de rosa y que nos blinda la concha pero que también le pone un precio para satisfacer la sexualidad que se encargó de prohibir.
Al grito de “Ni muertas ni presas. Vivas nos queremos” y siendo la voz de las que ya no están, uno de los principales reclamos que se encargan de prohibirnos es poder decidir si parimos o no, si tenemos ganas o no de ser madres, volviendo a negar el aborto legal, libre, seguro y gratuito, cuya clandestinidad asesina la misma cantidad de mujeres que los femicidas, que no pudieron convertir en propiedad a los cuerpos y decidieron ponerle un fin a esas vidas.
Con la rabia por las que ya no están y con la fuerza para avanzar, vamos juntas hermanadas y en manada porque la revolución será feminista.
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