Un púgil colombiano de paso por Argentina: Ganadores y perdedores en la época de oro del boxeo sudamericano (1960-1980)
Ganadores y perdedores
De 1980 a 1982, el púgil argentino Sergio Víctor Palma fue campeón mundial de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB). Al mismo tiempo, el boxeador puertorriqueño Wilfredo “Bazooka” Gómez era el campeón mundial del Consejo Mundial de Boxeo (CMB). En aquel momento, la mayoría de los analistas creían que Gómez era el mejor boxeador de los dos. Pero nunca se enfrentaron en el ring. En 2010, cuando le preguntaron por qué nunca había peleado con Gómez, refiriéndose a su entrenador Santos Zacarías, Palma respondió sin demora y sin emoción: “Se supone que Zacarías pensó que yo iba a perder”. Para Palma y para otros púgiles sudamericanos, el negocio del boxeo se basaba en las suposiciones de los promotores de cada combate sobre quién ganaría y quién perdería. A veces, como en las películas de Hollywood, se pedía a los boxeadores que se tiraran al suelo. Más a menudo, era simplemente una cuestión de hacer probabilidades.
Si bien los púgiles subían al ring creyendo que iban a ganar, si eran inexpertos, a diferencia de Palma, podían o no haber entendido el negocio del deporte y cómo estaban siendo comercializados como perdedores o ganadores. Zacarías no tenía ningún interés en arriesgar el campeonato mundial de Palma, como perdedor probable, ante Gómez, como tampoco lo tenía el promotor y propietario del Luna Park, Juan Carlos “Tito” Lectoure. Pero era más común que el negocio termine en una velada en lo cual los promotores designaron un perdedor y un ganador probable. En tal caso, el reparto privado y negociado de ganadores y perdedores daba ventaja al que, muchas veces, era el componente comercial más importante del boxeo, las apuestas sobre el resultado. “Tito” Lectoure ganaba mucho más dinero apostando en las peleas que promocionándolas. Esto era en parte el resultado del conocimiento que tenía de los boxeadores y que otros no contaban. Cuando Palma ganó el campeonato del mundo en 1980 al medallista de oro de los Juegos Olímpicos de 1976, Leo Randolph, Palma se llevó 75.000 dólares. En ese mismo combate, Lectoure ganó 500.000 dólares apostando contra el favorito Randolph.
El mundo sudamericano del boxeo antes de 1980
Durante los años ‘60 y ‘70, en Argentina, Colombia, Venezuela y otros países sudamericanos, más allá del negocio de ganadores y perdedores, el boxeo era mucho más que los campeones del mundo y las clasificaciones internacionales que, en su mayor parte, definen el negocio hoy en día. No era raro que un boxeador disputara quince o veinte combates al año. Las clasificaciones nacionales y los campeonatos locales significaban mucho más que hoy. Antes de 1980, en Buenos Aires, Bogotá o Caracas, para asistir a una velada en la que participaban conocidos púgiles locales pero no campeones del mundo, los aficionados abarrotaban enormes estadios con regularidad. En febrero de 1967, por ejemplo, 15.000 aficionados llenaron la Plaza de Toros la Santamaría -de Bogotá- para ver al cuarto púgil de la clasificación nacional colombiana, categoría peso pluma, Víctor Cano, derrotar al tercero, Antonio “Kid Pambelé” Cervantes. Pambelé era un púgil excelente, al igual que Cano.
Pero Cano nunca fue aspirante a un campeonato mundial mientras que Pambelé seguía siendo un desconocido fuera de Colombia, a casi cinco años de su oportunidad por el título contra Nicolino Locche en el Luna Park, y a más de cinco años de su primera victoria por el campeonato mundial (AMB) contra Alfonso “Peppermint” Frazer. Cano había disputado 15 combates profesionales en Colombia, uno en México y otro en Venezuela. Pambelé nunca había peleado fuera de su país. En Colombia, como en el resto de Sur América, se celebraron cientos de combates de esa clase en los que participaron excelentes púgiles locales, desconocidos más allá de sus fronteras nacionales, con públicos de miles de entusiastas aficionados.
A veces, un mánager o promotor encontraba la forma de organizar veladas para sus dirigidos fuera de su país natal. Y a veces esos combates en el extranjero lo impulsaban, como fue el caso de Óscar “Ringo” Bonavena, que disputó sus nueve primeros combates profesionales en Nueva York durante una estancia de catorce meses en 1964 y 1965. La mayoría de las veces, sin embargo, como en el caso de los argentinos Justo Suárez y José María Gatica, los viajes al extranjero para pelear en los grandes mercados boxísticos, acababan en decepción y ponían fin al ascenso.
Tal fue el caso del boxeador colombiano de los ligeros, Juan Enrique Escobar Castro, que viajó a Argentina para disputar siete combates en el Luna Park durante cuatro meses en 1966. En sus 12 peleas profesionales antes de ir a Argentina, había ganado 7 por KO o TKO y 3 por puntos. Uno terminó empatado. Sólo había perdido una. Su victoria más importante antes de Argentina se produjo en Barranquilla el 2 de octubre de 1965, cuando derrotó a Rodrigo “Rocky” Valdés por TKO. Mucho antes de ganar el campeonato mundial de peso mediano (CMB) en 1974, y antes de sus dos derrotas ante Carlos Monzón en 1976 y 1977, “Rocky” estuvo casi invicto desde el comienzo de su carrera profesional en 1963 hasta principios de 1969. Su única derrota en ese tiempo fue ante Escobar.
Los orígenes boxísticos de Juan Escobar
La historia de Escobar es la de cientos de boxeadores locales muy buenos que prosperaron antes de 1980 en los importantes centros sudamericanos, floreciendo gracias al apoyo masivo del público, a un negocio del boxeo cuyos beneficios dependían en gran medida de la venta de entradas, a los apuestos, a la “ciencia” de perdedores y ganadores, a un deporte que no requería inversión de capital por parte de los atletas y a un entrenamiento de muy alta calidad.
A pesar de sus éxitos antes y durante su estancia en Buenos Aires, Escobar seguía siendo nada más y nada menos que un buen púgil local, sin ranking en ningún sitio pero seguido por miles de aficionados colombianos y algunos argentinos. Antes de viajar a Argentina a los 22 años, había peleado como gallo, pluma y liviano, no porque su peso fluctuara sino porque ésas eran las categorías de peleas que le ofrecían y que él aceptaba. Criado en el barrio El Carmen del Sur, de Bogotá, de niño luchaba en las calles para conservar los baldes de agua limpia que conseguía para su familia. Los sábados iba al cine a ver los combates de Rocky Marciano en la pantalla grande. Dejó sus estudios y empezó a trabajar a sus 12 años, mientras pasaba horas en un gimnasio de boxeo local. En una historia parecida a la de las primeras peleas de Juan Martín “Látigo” Coggi en Brandsen, la primera pelea aficionado de Escobar a los 15 años fue contra un adulto mucho más grande. A diferencia de Coggi, que ganó contiendas callejeras similares a esa edad, Escobar fue noqueado en el primer asalto.
Como cientos de otros, empezó su carrera profesional porque necesitaba dinero. En 1962, ganó su primer combate en Barrancabermeja. Varios patrocinadores locales nunca le pagaron lo que le habían prometido. Sólo ganó 80 pesos colombianos (un valor equivalente a 23 dólares hoy en día). A principios de 1966, tras su primera derrota profesional, ante Jesús González, Escobar formó parte de un pequeño grupo que viajó a México con el boxeador colombiano Antonio “Mochila” Herrera. A veces, el éxito en el boxeo incorpora un importante elemento de suerte. Durante el viaje, Escobar conoció a Bruno Alcalá, el argentino que había entrenado a los boxeadores mexicanos para los Juegos Olímpicos de Tokio 1964. Alcalá sugirió que Escobar podría tener mejores oportunidades profesionales y un mejor entrenamiento en Argentina. Tres meses más tarde, Escobar disputó el primero de sus siete combates en el Luna Park.
Escobar viaja a Buenos Aires
No sabemos qué opinaba Escobar de su estancia en Argentina. Sin embargo, a juzgar por el calibre de sus oponentes, parece probable que “Tito” Lectoure y Alcalá lo estuvieran presentando como un ganador. Sus oponentes fueron elegidos para perder. El 28 de mayo de 1966, Escobar llegó a Ezeiza, donde fue recibido por Alcalá y su familia. Se entrenó durante varias semanas y luego comenzó a disputar una serie de combates como semifondista. Su primera pelea fue en la velada en la que el campeón mundial Horacio Accavallo defendió su título del CMB ante Hiroyuki Ebihara. En octubre era semifondista en anticipio al combate de Amos Johnson y “Ringo” Bonavena.
El 15 de julio ganó por TKO al boxeador argentino Ángel Saavedra, que nunca había triunfado en un combate profesional. Volvió a pelear en el Luna Park menos de un mes después, empatando a puntos con Serafín Chaile, otro boxeador sin victorias profesionales en el ring. Diez días después, volvió a estar en la cartelera, esta vez antes de la pelea de fondo entre Carlos Cañete y Jorge Oscar Ramos. Derrotó a Enrique Godoy por nocaut técnico. Godoy había sido un excelente aficionado, pero al igual que los otros oponentes de Escobar, tuvo una carrera profesional breve antes de convertirse en empleado municipal en Buenos Aires. Su hijo, Eugenio Eduardo Godoy, sigue activo en el boxeo del Gran Buenos Aires, con un negocio de montaje de rings para veladas por toda la ciudad. En una cuarta pelea en el Luna Park en agosto de 1966, Escobar ganó por TKO a Carlos Cornachione y el 10 de octubre derrotó a Julio César Benítez, también por TKO. El 22 de octubre, cuando pelearon Bonavena y Johnson, Escobar volvió a ganar por TKO a Alberto Arca y en su última pelea argentina, el 12 de noviembre, venció por puntos a José Cisneros. Cisneros fue otro buen luchador local con más derrotas que victorias y una carrera poco distinguida. Su pelea con Escobar fue el punto más alto de su carrera, la única vez que peleó en el Luna Park.
Escobar regresó a Colombia después de seis meses exitosos en Buenos Aires. A su vuelta, ganó tres combates a principios de 1967, pero luego empató contra uno de sus oponentes más formidables, el gran luchador cartagenero Germán Gastelbondo. Hubo otras tres victorias fáciles contra oponentes débiles en 1967 y 1969. Después, se enfrentó a su reto más importante. Peleó en Bogotá contra el campeón del Commonwealth Boxing Council, Percy Hayes. Perdió por puntos. A partir de ahí, a los 25 años, su carrera se estancó. Tuvo una mezcla de 5 victorias contra púgiles débiles y ocho derrotas (probablemente como perdedor indicado), algunas contra boxeadores excelentes, como “Mochila” Herrera en mayo de 1969 y el brillante boxeador ecuatoriano Ramiro Bolaños. Escobar disputó su última pelea en diciembre de 1972. Perdió contra el formidable palenquero Andrés Salgado Peñate. Fue la única vez que Escobar peleó por un título, el campeonato colombiano de peso ligero.
Un mundo perdido
Escobar desapareció del mundo del boxeo, y ese mundo de cientos de boxeadores locales también desapareció a principios de los años ‘80. En Buenos Aires, Caracas, Bogotá y otras ciudades, la llegada a muchos de la televisión en los años ‘70 y de la televisión por cable a principios de la década siguiente, junto con las peleas en directo desde Nueva York y Las Vegas, convencieron a la gente para quedarse en casa los viernes por la noche en lugar de asistir a las peleas locales. En 1977, disputando su primer pelea como campeón mundial en Managua, Miguel Ángel Castellini tuvo la desgracia de perder mal ante una enorme multitud que presenciaba el primer combate de boxeo televisado en directo de la historia argentina.

En Caracas, durante los 80, por temor a delitos violentos, mucha gente dejó de aventurarse de noche a las veladas de boxeo. Los promotores intentaron organizar eventos los sábados por la tarde, pero los aficionados se mantuvieron alejados. Junto con estos cambios, el negocio del boxeo se vino abajo. El gran entrenador Amilcar Brusa trabajó con los argentinos Carlos Monzón, Carlos Baldomir y Miguel Ángel Cuello. Sin embargo, la mayoría de los 14 campeones mundiales que entrenó eran colombianos, entre ellos Miguel “Happy” Lora y Bebis José “Sugar Baby” Rojas. La obra de Brusa con Monzón estaba a caballo entre el mundo de las peleas locales en Argentina antes de 1980 y el boxeo internacional. Pero cuando empezó a entrenar a Lora, Rojas y otros colombianos en la década del ‘80, Brusa vino desarrollando boxeadores para la exportación al mercado europeo, japonés y norteamericano. El mundo del boxeo local que Germán Gastelbondo, Carlos Cañete, y Juan Escobar habían ayudado a definir en Sudamérica ya no existía más como deporte de masas, ni como negocio rentable.