Guido Veneziale: “Uno de los enemigos del arte es el neoliberalismo”
Presidente del club Villa Miraflores. Poeta y militante social. En Bajo Flores, su primer poemario, ilustra la estigmatización de los barrios y la falta de oportunidades en un contexto de flexibilización laboral y violencia represiva.
Por Marvel Aguilera/El Furgón –
El ataque del 29 de enero de 2016 en el Barrio Rivadavia fue un punto de partida. Una marca de lo que vendría para los barrios. Así lo requería el gobierno de Mauricio Macri. Combatir a los pobres. Humillarlos. Perseguirlos. Matarlos. Ese día Gendarmería actuó contra los pibes de la murga Los auténticos reyes del ritmo. Los baleó. Entre ellos había chicxs de 5 y 6 años. “El gendarme me dijo que la próxima me volaban la cabeza”, dijo uno de ellos. Pero nada importaba. La doctrina estaba en marcha. El enemigo interno eran las villas. Los más humildes. Allí, donde algunas calles no tienen nombre. Donde para algunos nada existe y todo vale. Bullrich pasó a felicitar a los efectivos. No se podía esperar otra cosa. Ellos decían ser los agredidos. No mencionaban la murga. No mencionaban los disparos con escopeta contra el grupo de pibes. Que solo querían ensayar. Disfrutar de su arte. Pero la impunidad se quiebra cuando hay organización. Cuando la gente en los barrios se moviliza. Ellos temen, se resguardan en instituciones. En leyes que nunca supieron defender. Los barrios, mientras tanto, van a seguir resistiendo. De pie. Porque nada tienen que ocultar. Porque así es la cultura de los laburantes. De los que defienden la democracia que otros creen de su propiedad.
El calor alcanza su máximo aplomo a pocos minutos de las tres de la tarde. La calle es un hervidero. Pero en la esquina de Asamblea y José María Moreno el clima está menguado, más disperso, un tanto evasivo del vapor encima del pavimento. Adentro de la pizzería, Guido Veneziale espera sentado, lee Mientras Escribo de Stephen King, pero tiene otros libros más en espera. La pasión por la lectura que trasluce es notable, y similar a la que tiene por su militancia, que lo encuentra a tiempo completo: actividades en agenda, llamados telefónicos, reuniones de trabajo. Se toma un respiro para hablar de sus vacaciones, pero no puede dejar de pensar en actividades sociales, en la necesidad de recordar a míticos militantes, entre ellos nombra a Dardo Cabo, el periodista y director de la revista El descamisado, asesinado en enero de 1977 por la última dictadura. Guido está preocupado por la coyuntura, por la debacle social y económica de los últimos cuatro años, pero su anhelo de esperanza convence, transmite un ímpetu de compromiso inclaudicable. Su libro Bajo Flores (Caleta Olivia) trazó un mapa certero de la situación de crisis de su barrio, un contexto que él conoce bien desde el rol de presidente del club Villa Miraflores. El hambre como factor material y simbólico de miles de familias de los sectores vulnerables se cuela en la historia de Sergio, un joven que ve cómo la estructura familiar se desmorona a pasos agigantados a partir de la falta de trabajo y oportunidades. Sin embargo, en esa lucha cotidiana por sobrevivir se vislumbra un trayecto: la acción social de organizaciones y unidades básicas, la puesta política como un puente para transformar la realidad. El Bajo Flores, como tantos barrios de la Ciudad de Buenos Aires, debió resistir los embates de los efectos neoliberales, pero el deterioro no es meramente económico sino cultural: los sentidos perdidos contra el discurso macrista han hecho que triunfe, según explica Guido, “una propuesta estética” vacía y peligrosa, sin ningún prurito en mentir y difamar, que ha llevado a 6 de cada 10 chicos a vivir bajo la línea de la pobreza.
El Furgón: – En esa disputa sobre los sentidos culturales fue muy fuerte la idea del punitivismo que propulsó Patricia Bullrich y que seguramente afectó mucho a los barrios.
Guido Veneziale: – Un informe de la Correpi dice que en los últimos 26 meses hubo 44 muertos, y sólo en la Ciudad de Buenos Aires. Entonces, vos tenés casi un muerto cada quince días por gatillo fácil. Si bien esos discursos son estéticos y después no los llevan adelante en políticas públicas concretas, como la guerra contra el narcotráfico (que no existió), sí generan consecuencias. En ese marco empecé a escribir Bajo Flores. A mí me interesaron tres cosas principalmente: primero desestigmatizar un barrio como es el Bajo Flores, el barrio donde mis abuelos, mi tía, mi papá, trabajan; siempre fueron comerciantes y vivieron ahí, históricamente. El gobierno de Macri lo utilizó. Cada tres cuatro meses montaban un show de televisión que implicaba capturas de narcos que eran una mentira. Lo pusieron como un barrio de narcos cuando en realidad es de trabajadores. Por otro lado, lo que me interesó fue relatar las consecuencias que tuvo esta crisis. Esto de dejar a la gente sin trabajo, subir el precio de los alimentos, y la violencia institucional es algo muy perverso: decís que son narcos o chorros, los dejás sin trabajo, aumentás el precio de la comida y después les pegás un tiro. Vos fijate que en el Bajo Flores ocurrió el primer hecho de violencia institucional apenas asumido el Gobierno, contra la murga Los auténticos reyes del ritmo, a los que baleó Gendarmería por estar ensayando en la vía pública. Es un barrio el del Bajo Flores donde pasaron cosas que sin lugar a dudas fueron simbólicas para el macrismo.
EF: – ¿Cómo se empieza a sacar adelante el barrio después de ese proceso destructivo?
GV: – Ellos dejaron tierra arrasada. Yo lo que veo es esperanza en políticas concretas que empieza a llevar Alberto Fernández como el Plan Argentina Contra el Hambre. El camino es ese. Y los distintos sectores de la sociedad -no solo el Estado- encabezando y empujando políticas para trabajar en algo tan cruel como es el hambre. En el libro lo trato un poco, tomé una frase como bandera que llevó adelante UTE que es “con hambre no se puede estudiar”. Me pareció una frase muy lúcida pero a su vez muy poética. Que tenía que ser llevada a la poesía. Ahí está un poco también cuál es el rol de la poesía y el arte, durante el macrismo y también después. Y me parece que tiene un rol importantísimo para trabajar sobre lo sucedido y sobre el sentido común de lo que pasó: explicarlo, explicarlo y volver a explicarlo, para que quede claro. Creo que uno de los enemigos del arte es el neoliberalismo. Si duró tan poco el proceso neoliberal en la Argentina es gracias a que son miles y miles los héroes anónimos, las personas, los cuadros militantes; que dieron una gran lucha sobre lo que se pudo. Uno a veces quisiera que haya más, pero creo que hay mucho. Si uno compara lo de Argentina con otras juventudes de otros países, el arte jugó un rol fundamental. A veces a mí me hubiera gustado que algunos se la hayan jugado más, pero los que se jugaron lo hicieron. Y además florecieron muchas semillas. Respecto a lo que había sido el proceso del 2003 al 2015 en decir: “bueno, nos están sacando las cosas”. Hubo un despertar importante, principalmente en la juventud. Yo lo veía en las universidades, en las escuelas públicas, en la marcha de la gorra, en la caminata a Luján de todos los años, en la caminata de San Cayetano, en las organizaciones sociales también. Una resistencia distinta. Todos esos lugares de contención -que es uno temas que me interesó tocar en Bajo Flores– explican cómo Argentina no voló por los aires con la crisis y el hambre que desató Macri. Gran parte de esa respuesta está en el trabajo de las organizaciones sociales, políticas, la Iglesia, los merenderos que dan la copa de leche todos los días y que no salen en ningún medio. Uno de los saltos del macrismo fue ese, mucha más organización. Contrario a lo que se pensaba, que La Cámpora iba a dejar de existir, que la política era una mala palabra.
EF: – Pero eso de que no hicieron política fue más un discurso, porque la hicieron y de forma muy dura.
GV: – Sí, no es solo el discurso. Hubo acciones tendientes a eso: la persecución de militantes políticos, el encarcelamiento de altos funcionarios de Néstor y Cristina. Eso apunta a generar un miedo del tipo “no te metas acá porque vas terminar en cana”. Hubo más que palabras en torno a la militancia política.
EF: – ¿Era difícil salir a reclamar o involucrarse en marchas si uno veía las políticas de seguridad y lo que había pasado con Santiago Maldonado y Rafael Nahuel?
GV: – Yo tengo 27 años, nací en el ’92. Tuve que aprender a ir a las marchas y llevar limón, a saber cómo zafar de un gas lacrimógeno, algo que jamás me había pasado. A saber qué hacer si me pegaba un balazo la policía. Y fijate que fue también la primera experiencia de gran parte de la juventud argentina esa represión en las marchas. Y el Gobierno de Macri empezó a caer a partir de la movilización popular en contra de la reforma jubilatoria. Ese es el hecho a partir del cual se empieza a resquebrajar con mayor fuerza el macrismo. La gente se da cuenta de que no es que venían a sacar lo que estaba mal y lo que estaba bien fuera a seguir. Esa fue una de las grandes mentiras de Macri en campaña, en la que muchísima gente confió.
EF: – Pero más allá del macrismo, ¿siempre estuviste interesado en la acción social y la militancia?
GV: -Sí, a los 17 años empecé a militar en el Bajo Flores. Puse la Unidad Básica “Manuel Dorrego”. Sigue estando, en el barrio Rivadavia I. Todavía soy parte, un militante de base. Hoy hay un compañero y una compañera que lo llevan adelante, Cristian Toponáz y Chiara Veneziale, que es mi hermana.
EF: – ¿Surgió a partir del kirchnerismo?
GV: – Al otro día que murió Néstor. A mí me parecía que Néstor era inmortal, y al morir me dio la impresión que había que comprometerse con la realidad por todas las cosas buenas que me gustaban y venían pasando. Sentí que tenía que tener un compromiso mayor. A mí me gusta eso de la política, lo social y lo concreto. Soy muy amigo de eso. Y hoy por hoy milito todo lo que tiene que ver con el deporte. Decidiendo por esa militancia, por los clubes de barrio.
EF: – ¿Qué viste en los clubes y el deporte que te pareció fundamental?
GV: – Militaba en la Unidad Básica y un día la antigua Comisión Directiva del club Villa Miraflores me viene a preguntar si quería ser el presidente, porque casi todos eran gente grande y sabían que yo era un pibe comprometido con el barrio y lo social. Les dije que sí. Tenía 24 años. Y eso cambió mi vida. El poder hacer política, pero desde el deporte, el abrir las puertas de un club y estar preocupado por sumar más actividades. Y ver cómo se llena de pibes y pibas que están esperando una clase. Me impactó muchísimo. En este momento soy presidente de una federación de clubes que se llama Federación de Organizaciones Deportivas de la Argentina (FODA). Somos más de 70 clubes que nos abroquelamos y empezamos a juntar en torno al tema de las tarifas.
EF: – ¿Son lo que lanzaron la consigna “Defendamos los clubes”?
GV: – Sí, empezó como una consigna, como un hashtag, y pasamos a ser una federación. Lo que hoy estamos haciendo es la propuesta de políticas públicas y el trabajo sobre distintos ejes del deporte, como la discapacidad. Acá en la Ciudad de Buenos Aires hay una deuda importantísima. Los clubes hoy no son inclusivos. Un tercio de los niños, jóvenes y adolescentes van a un club de barrio. Y no hay rampas, no hay baños adaptados, no tienen una propuesta deportiva para niños o niñas con discapacidad. Y eso no es culpa de los clubes. Los clubes hoy con el esfuerzo enorme de los socios están pudiendo abrir, mantienen sus puertas. El Estado tiene que tener una política activa para que eso suceda, para que podamos hablar en la Ciudad de Buenos Aires de clubes inclusivos.
EF: – ¿Y a su vez la idea es que funcionen como comedores también?
GV: – Nosotros estamos proponiendo que sí, que podamos ser un actor fundamental en la reconstrucción del tejido social de la Argentina. Hay más de 20 mil clubes en todo el país. Y más de diez millones de personas van a clubes de barrio.
EF: – Había una rutina que hoy parece vieja, la del chico que salía que la escuela y se iba para el club…
GV: – Creo que es fundamental, y es uno de los principales agentes de prevención en adicciones. Los clubes de barrio que tiene el país, por lejos lo son. Para mí el orden es hogar, escuela, club. Con esos tres pilares nos podemos asegurar una juventud con futuro. Por lo que trabajo y milito mucho por eso.
EF: – Leyendo tu poemario hay un concepto clave que atraviesa todo, es el del “pan”, como lo simbólico de la crisis que trasluce el Bajo Flores ¿Cómo lo pensaste?
GV: – Tiene que ver con eso de “con hambre no se puede estudiar”, pero tampoco se puede hacer deporte. Y con hambre, a su vez, no se puede ir a trabajar. El pan es lo más primario y, sin embargo, cuando se fue Macri valía más de cien pesos el kilo. El consumo de leche bajó a niveles nunca vistos en Argentina. El debate que hay es: alimentación sí, pero saludable. Un tema que está planteado en la mesa de los argentinos, pero que los sectores más humildes no se lo pueden dar. Parte de nuestra sociedad sí se lo está dando, y está buenísimo, tanto el hecho de ser vegano como de saber con qué nos alimentamos.
EF: – ¿Lo primero es visibilizar la situación de pobreza de los sectores más vulnerables?
GV: -Hubo una negación planificada por parte del Estado durante el gobierno de Macri de la pobreza. Así lo expresaban muchos funcionarios, y parte de eso ha quedado aún en el imaginario social. Sin ir más lejos, Susana Gimenez le pidió a los pobres que vayan al campo a comer gallinas, ¿qué campo? El campo hoy no da casi trabajo, eso fue en otro momento donde había una mano de obra de carácter intensivo. Todo esto vino acompañado de la meritocracia, que yo creo que Wos la desenmascara bárbaro cuando canta en su tema: No me hables de meritocracia/ me da gracia/ esa mierda sin oportunidades no funciona. Así dice en su poesía, y es así. Estos tipos vinieron para el hambre, los despidos y el gatillo fácil. Y en este caso, la falta de trabajo y la criminalización de la pobreza, junto a la meritocracia. La consigna era “si no te esforzás, es tu culpa”. Y esa es una lógica muy perversa. Niega la realidad y los condena desde el sentido común y cultural.
EF: – Y eso fue acompañado por una precarización de las condiciones económicas y laborales.
GV: – Yo creo que la reforma laboral Macri la llevó a cabo sin la ley. La reforma laboral en la Argentina ya pasó. Es la herencia. El monotributo como nueva forma de relación laboral cotidiana y las consecuencias que eso tiene.
EF: – ¿Cómo es el día a día en el club?
GV: – Es complejo por las dificultades en sacar adelante un club en este contexto de crisis. De estar siempre buscando soluciones para las deudas que tiene o pagar las boletas de servicios. La respuesta a esos problemas es la organización, sea desde la feria americana que organizamos todos los meses para pagar las tarifas, de las rifas que hacemos o de los distintos eventos que llevamos adelante por cada disciplina. Hay taekwondo, boxeo, kickboxing, gimnasia localizada, pop-fusión, yoga y patín. Y fútbol femenino, donde nos va muy bien. Hay una chica que empezó con nosotros y hoy está en primera C de la AFA, y la están probando en la Selección de Fútbol Femenino Sub-17. En el club participan más de 500 familias y hay un centro para más de 300 jubilados, que es enorme.
EF: – ¿Era una sociedad de fomento previamente?
GV: – Sí, se dedicaba a los jubilados y a las barajas. Un lugar de encuentro de la tercera edad. Nosotros somos una Comisión Directiva joven que lo que promocionó es abrir las puertas al deporte y convertirlo en un club de barrio. Y hoy explota. Es una institución que está desde 1934 en el barrio, por lo que todo el mundo ahí ha tenido su bautismo, su comunión o su cumpleaños. No hay muchos salones de fiestas en el Bajo Flores, uno es éste. Por otro lado, es muy gratificante porque vos ves cómo los chicos crecen y se desarrollan en el deporte. La semana pasada un chico se graduó en cinturón negro de taekwondo, el primero de nuestro club. La verdad que a uno le dan ganas de llorar de emoción. Es el sentido más lindo de la vida para mí, ver a los chicos realizarse en el deporte.
EF: – Es algo que se ve también con los chicos de los coros y orquestas.
GV: – Hace no tanto estuve reunido con el director de la Orquesta Infantil del Bajo Flores y él me decía que los instrumentos no pertenecen a una clase social, lo que hace falta son oportunidades. Grandes músicos hay en todos los barrios, sean de clase media, alta o popular. Y ahí volvemos a las oportunidades y la mentira de la meritocracia, todo eso que nos quieren vender, Necesitamos una Argentina que le de oportunidades a todos los pibes y pibas. Y eso hacen los clubes de barrio. No es lo mismo una cuadra donde hay un club y una en la que no. Por eso fue muy fuerte nuestra lucha durante el macrismo para que no cierren los clubes de barrio. Porque volver a abrirlos hubiera sido imposible, se acababa una experiencia de deporte social y comunitario en la Argentina. Estuvimos muy cerca de eso. Si se resistió fue gracias a la organización, el trabajo de las comisiones directivas. Y porque está en el ADN de los argentinos el club de barrio. ¿De qué hablan las familias cuando cenan los fines de semana? De deporte, la gente se pone contenta con esas cosas: vamos a viajar a tal lugar, jugar contra tal rival. Uno ve la vida social del club de barrio y es hermosa: la madre o el padre acompañando al nene o la nena, las exhibiciones. Es uno de los pocos lugares donde todavía el modelo de economía liberal no terminó de destruir. La entrada de la Sociedad Anónima Deportiva en la Argentina no triunfó. Hay una pelea muy fuerte tanto en los clubes grandes como chicos. Muchas sociedades la han perdido esa pelea, Argentina no.
EF: – Se quería imponer el modelo de Boca.
GV: – Sí, Boca tiene muy pocas disciplinas, te diría menos que Villa Miraflores. Un club que sí ha hecho gestión social es San Lorenzo, con Lammens y Tinelli, Ellos apuestan a deportes que no generan tanta plata como el fútbol masculino: el tenis, el fútbol femenino, el básquet, el futsal. Son campeones en todas esas disciplinas. Y hay un trabajo social en el Bajo Flores muy bueno y concreto. A mí me parece que la política tiene que ser amiga de lo concreto. Son palabras de Gustavo Carrara, el Obispo Auxiliar de la Ciudad de Buenos Aires que salió del Bajo Flores. Yo trabajo mucho con él.
EF: – ¿Qué tipo de laburo hace la iglesia en los barrios?
GV: – El rol de la iglesia es clave en los barrios populares. Está cerca de lo que se necesita, y todos los proyectos que se piensan son a partir de necesidades de los vecinos. Puede ser una escuela primaria, una salita de salud, un jardín o una secundaria. Acá la Parroquia Madre del Pueblo en el Bajo Flores tiene un trabajo enorme. Todas las cosas que nombro son realidad gracias a la parroquia. Y hay toda una tradición en el Bajo Flores de curas tercermundistas o de opción por los pobres. Tienen una revista que salió en ocasión de haber cambiado la nomenclatura del barrio. De llamarse “1-11-14” pasó a llamarse “Barrio Rodolfo Ricciardelli”. Dejar de ser numerados para ser nombrados. La númeración la pusieron los militares porque no tenían una mejor idea que esa: en vez de darle identidad a los barrios había que ponerles números y ya. Porque claramente su objetivo era erradicarlos. Y Ricciardelli se puso frente a las topadoras cuando querían pasar por encima de las casas. Él dijo “con la villa no”. Ese es su rol en los barrios. No por nada los vecinos de la Villa 31 eligieron ponerle Padre Mugica. Igualmente, creo que el puente fue Francisco con la Iglesia como institución. Mediante él empecé a ver a los curas villeros, a Gustavo Carrara y la labor que hacía. A mí me pareció sorprendente, era una iglesia que no conocía, pero con el mensaje de Francisco me terminé de enamorar de ese mensaje, pero principalmente de la obra. Porque lo más importante siempre son las obras. Y creo que el peronismo tiene mucho de eso. En esa línea, hay muchísimo para trabajar y hacer el bien.
EF: – Para eso también hay que volver a valorizar el rol del Estado y la acción social mediante políticas públicas.
GV: – Sí, por ejemplo, el trabajo que hacen los curas villeros o las Casas de Cristo en temas de adicciones es impresionante. Los curas son los que más han fundado clubes en el siglo XXI, porque entendieron que en un club de barrio se podía llegar a un montón de jóvenes y que el deporte era una herramienta muy importante en términos de inclusión y de salud. El Club Atlético Madres del Pueblo tiene más de 5 mil socios. Y es un club que esta acá en la villa. Y hay un montón más: en la 31, en Puerta de Hierro. Conozco mucho de ese trabajo y es alucinante.
EF: – ¿Qué se consiguió a pesar de la crisis en estos últimos cuatro años?
GV: – Vi cómo ante el hambre surgieron merenderos, cómo ante la falta de espacios de deporte surgieron clubes de barrio, cómo surgieron bibliotecas. Hay bibliotecas públicas muy lindas, adentro de 1-11-14, en la manzana 23, hay una que se llama “Lectura con Propósito”. Y vos tenés que ver todos los nenes que van ahí a leer. Hay un mundo distinto en eso que nos propicia la lectura que es muy importante. Hace poco me tocó presentar mi libro en una escuela del Bajo Flores y los chicos me pidieron un poema para un proyecto que están haciendo en quinto año, sobre un mapa del barrio. Y los pibes la tienen clarísima. Yo creo que la poesía tiene potencial de cara al futuro por el formato que tienen las redes sociales. Cada vez más jóvenes leen poesía. Hay muchas miradas negativas de cara al futuro, pero yo encuentro miradas positivas. Se dice que los jóvenes de hoy no leen, y sin embargo son la generación que más lee en la historia de la humanidad. Se dice que los jóvenes no escriben y son los que más escriben. Me parece que el futuro nos va a sorprender para bien.
EF: – ¿Y qué se generó a partir de tu libro en el Bajo Flores?
GV: – Hay un montón de pibes y pibas del barrio que me dicen que escriben, que quieren saber de editoriales. Estoy tratando de ayudar a varios de ellos a escribir o acercándolos a otros escritores. Estamos trabajando en eso con Gonzalo Unamuno, con Carlos Godoy, con Mackevicius. Hay muchos escritores jóvenes de entre 30 y 40 años en la Ciudad de Buenos Aires que tienen un compromiso social, interés y vocación. Por ejemplo con “Cultura Patriótica”, una agrupación nueva de escritores. La idea es que además del compromiso social, se planteen temas culturales que por ahí no están en la agenda, como la tradición, la solidaridad, las ideas. Pilares de una sociedad que está fuerte en su cultura. Me parece que estar fuerte en tu cultura es lo que te permite como Estado Nación seguir adelante y que no te pongan de rodillas tan fácilmente.
Fotos: Santiago Giovannini