jueves, septiembre 12, 2024
Nacionales

Malvinas, San Lorenzo y Huracán: Un abrazo tras 36 años

Por Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino/El Furgón – Un encuentro. Seis para un abrazo. Tres con la de San Lorenzo. Tres con la de Huracán. De nuevo: seis para un mismo abrazo.

Y hay una emoción que nadie logra contener. Y hay nombres y más nombres estampados en el Monumento a los caídos en Malvinas que justifican que las lágrimas lleguen y no se vayan. Sobre todo, cuando se acerca el 2 de abril. Sobre todo, cuando se cumplen 36 años del inicio de una guerra que la dictadura de las desapariciones y de los bebés apropiados intentó capitalizar para extender su estadía en la Casa Rosada.

“Viajé a las islas con mi carnet de socio de Huracán en la billetera. En medio de lo que nos tocó pasar, se perdió. Sé que está enterrado en algún rinconcito. Es una parte mía que quedó allá”, relata Jorge Verri mientras reparte saludos en el sector de la Plaza San Martín que queda más cerca de Retiro. No fue el único que se aferró a la pasión por el fútbol para transitar una experiencia que, en la vida de todos los combatientes, significó un antes y un después. José García, con el escudo del Ciclón estampado en el pecho, cuenta: “Yo estuve en el crucero General Belgrano. Tenía una radio y, camino a Ushuaia, pude escuchar un San Lorenzo-Morón que se jugó en la cancha de Huracán. En el medio del mar, era nuestra posibilidad de ponernos a gritar como locos. Era nuestra libertad”.

Viajé a las islas con mi carnet de socio de Huracán en la billetera. En medio de lo que nos tocó pasar, se perdió. Sé que está enterrado en algún rinconcito. Es una parte mía que quedó allá, relata Jorge Verri

Alejandro Martín es de San Lorenzo. Alfredo González, de Huracán. Se conocen desde hace años. Tienen el corazón en el Regimiento de Patricios, lo que no significa que avalen los intereses de los genocidas. “Los que cometieron delitos de lesa humanidad tienen que estar presos. Nosotros defendemos la causa Malvinas, más allá de la dictadura, porque nos lo exige el recuerdo de los que murieron allá”, sostienen a coro. Posan para la foto con las camisetas pegadas. Se cruzan los brazos por la espalda para certificar delante de la cámara un sentimiento de hermandad que se fortalece con el ejercicio cotidiano de la memoria. Martín pudo volver a Malvinas muchos años después y lo hizo con la casaca azulgrana sobre la piel. González todavía recuerda que un almanaque del Globo le sirvió como atajo hacia la felicidad cuando las balas le pasaban cerca.

Es de los que no duda. Jorge Pérez, que lleva a Huracán en el alma, alza la voz como puede y asegura que le resultó desgarrador observar a la distancia la reciente identificación de 90 soldados argentinos enterrados en el cementerio de Darwin, en el corazón de las islas. Víctor Hugo Cerda, el cuervo que completa el tridente, agrega que es tremendo lo que tuvieron que sufrir las familias que esperaron más de tres décadas y media para recuperar los restos de sus seres queridos. Mucho más joven que ellos, sin las marcas de la guerra tatuadas en el cuerpo, Nuri Quinteiro también se conmueve. Integrante del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), trabajó desde 2013 en el proyecto impulsado por la Cruz Roja que trajo alivio a decenas de madres y de padres: “Tuve la inolvidable posibilidad de viajar a Malvinas con los familiares. Estuvimos tres horas en el cementerio. Fue impactante. Muchos me dijeron que por fin se sentían tranquilos. Nosotros sabemos que no podemos aflojar: todavía quedan 32 combatientes por identificar”.

“Yo estuve en el crucero General Belgrano. Tenía una radio y pude escuchar un San Lorenzo-Morón. En el medio del mar, era nuestra posibilidad de ponernos a gritar como locos. Era nuestra libertad”, cuenta José García

El Mundial de España empezó el 13 de junio de 1982 con la derrota de Argentina, el último campeón, ante Bélgica. La bandera nacional flamearía en el sur de nuestro país hasta el 14. Cada cual se enteró a su modo del primer tropiezo del equipo dirigido en ese entonces por César Luis Menotti. “Estaba internado y lo pude ver por televisión”, asegura González. “Me enteré del resultado recién ocho días después mientras volvía al continente en un barco inglés como prisionero”, aclara García. Cosa lógica: en ese tiempo de angustias y de muertes y de broncas, la eliminación tras la derrota con Brasil por 3 a 1 no los golpeó duro. Distinto, bien distinto, es lo que sucederá en un par de meses: todos ya están listos a la espera de que el talento de Messi lleve lejos a la Selección en Rusia.

Todo cabe en un clásico. Están los de San Lorenzo y están los de Huracán. Alientan en Parque Patricios y nadie se calla en Boedo. Pero, de golpe, la sorpresa. Porque todo cabe también en el fútbol. Así que, cuando suena el silbato, en la antesala del 2 de abril, lo primero que hacen los jugadores es abrazarse. Eso. Abrazarse. Eso: abrazar al pasado que los abraza, abrazar siempre a las Malvinas y abrazar mucho a la vida.