Hijo del pueblo
Dolores Reyes/El Furgón* – Una emotiva reseña de Lo que no fue, novela de Kike Ferrari, recién editada en nuestro país por Cachorro de Luna. Un regreso literario a la guerra civil española y a la solidaridad internacional que rodeó aquél hermoso experimento revolucionario que pudo cambiar el mundo.
Alguien vive y enfrenta la bala que tiene su nombre. Cuenta, como quien le gana palabra a palabra la voz a la muerte, la decisiones que lo llevaron a estar atrás de un cuerpo animal como trinchera. Si la vida ha sido feroz, que feroz sea la muerte y también, la palabra que se le arranca, impregnada ya de su hedor, y que dice: “Quiero contar ahora”.
La literatura, como la lucha de clases, no puede ser una actividad solitaria. Necesitamos del otro a la hora de tomar decisiones, al momento de confrontar aquello que se quiere narrar con lo que realmente se ha escrito. Necesitamos la escucha y la mirada del otro porque la propia, tan metida en el texto, ya no tiene perspectiva y está contaminada de las propias certezas y dudas. Necesitamos, también, de las lecturas de todos esos otros y otras una vez que el libro está listo. Una publicación es también un triunfo, el de arrancarle a la oscuridad pantanosa de los proyectos que no son, algo, un libro, una certeza. Kike Ferrari lo logra en Lo que no fue.
El hombre atrás del caballo
Lo que vuelve
Del olvido vuelve
Para encontrar una voz.
(Louise Glück)
Como el de Zama, el de Echeverría también es un cuerpo mutilado que quiere continuar su existencia atrás de ese otro, el animal, que ya ha sido devorado por la muerte. Todos los días son, para él, el día siguiente y sabe que es ridículo sentirse cansado a los veintisiete años. El olor de la sangre es una señal misteriosa para la juventud del Nene, pero contundente. Ha podido hacerse cargo de todas las dudas y todas las elecciones que lo han llevado a esa trinchera y a ese olor que señala la posibilidad de que no haya más nada. Pero no hay miedo a la ruina en él sino hambre de combate.
El Nene Echeverría no es Héctor protegido por las murallas de Troya, es, tras ese caballo descompuesto que se desangra en hedor igual que la vida del héroe, alguien sabe que se la está jugando.
Tampoco es el estratega Ulises, el que sobrevive a costa de emplear cualquier recurso -introducir la guerra en la ciudad, despeñar un bebé, romper todos los códigos de los pueblos antiguos- para conservar la vida propia y volver como un monarca a su tierra.
Echeverría tiene la certeza que da la causa por la que pone el cuerpo. No hay estrategias, no hay ardides miserables. Como Aquiles en tierra troyana, el Nene Echeverría pisa el terreno y sale a la cancha, a matar y morir.
Quisieras, ahora, poder contar tu historia
¿Quién escribe las preguntas que escribe esta mano?
¿Qué revolución compensará
las penas de los hombres?
(Andrés Rivera)
Para ser hay que preguntarse quién es uno, hurgarse antes que la sustancia descomponedora de la muerte te alcance y no quede nada de tu ropa, convertida en harapos, de tu cuerpo mutilado, de tu vida tragada por la historia esa que van a contar los vencedores y, sobre todo, los libros que escriba su bando.
¿Cómo contar algo que es tan irreductible como la experiencia de la proximidad con la muerte? ¿Es narrable la explosión última de la bala contra la propia carne?
Es esta una novela de muchas preguntas al mejor estilo Andrés Rivera. Muchas preguntas, muy pocas respuestas y la necesidad, aun cuando los huesos de los caídos se hayan fundido con la tierra, de volver a contar la infancia en la panadería anarquista, las diferencias con el padre, con la hermana y su marido, la salida de la casa materna, la hospitalidad de los amigos y ese círculo que se expande para acompañar siempre, las cartas, los viajes, el sexo, el trabajo, las decisiones que lo llevan al frente, la lucha.
Y de los que ya no están, El Nene Echeverría llena la ausencia con fotos, como si fuese él mismo víctima y testigo de esas ausencias. Para él todo es presente concentrado, un ahora fugaz al que se le roba tiempo a tiros. “Ahora, que a través de tus ojos llorosos e irritados estás viendo a la muerte a la cara, sintiendo en el cuerpo, el miedo, el deseo y el odio que cualquiera de esos balazos puede llevar escrito tu nombre y que entonces ya no habrás más”. Pero, a fin de cuentas, ¿qué es ahora, Nene?: “Ahora no es nada; ahora, en el mismo momento que dejamos de decirlo, es de hecho, pasado, mientras que el futuro está siempre dos pasos más adelante”.
Lo que no fue es, entonces, la historia de unos que quisieron transitar los dos pasos hacia adelante que significarían, para todos, apropiarnos del futuro de una buena vez.
En un punto, todos somos hijos de la tristeza de Lo que no fue, de todos los intentos de llegar a una sociedad sin clase. Somos nosotros los atrincherados contra el cuerpo de un animal hediondo, los que tienen sólo una forma de salir de la vida: morir. Pero todavía nos quedan unas cuantas balas.
Esta novela que Ferrari empezó a escribir hace doce años, que ganó una mención de Casa de las Américas y fue publicada primero en Cuba, después en México y ahora -de la mano de Cachorro de Luna– llega al país que la vio nacer, con hermosa tapa de la artista Hilda Mans, tremendos dibujos de Diego Trípodi y un excelente trabajo de corrección de Carla Benisz; exige ser leída con la misma pasión del que carga, en su fusil, la primera bala.
*Artículo publicado en Sonámbula