viernes, diciembre 13, 2024
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El día que nos vestimos de luto

Jimena Tulián*/El Furgón – De vez en cuando escribo, le doy licencia por un rato a mis palabras que descansan haciendo instrospeccion.

De vez en cuando observo, de adentro a este mundo que me autoflagela. Reconozco las disimiles caras multitudinarias que me rodean y confecciono un hueco entre el muro invisible que me acerca y separa de ellas. Paso y traspaso la muralla imaginaria de la frontera politica, social y cultural que otros han inventado antes que cualquier intento que pudiesemos haber hecho nosotras.

De vez en cuando leo, en una pantalla todas las noticias que llegan y vislumbro. Son miles de millones en milésimas de segundos.

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En mi licencia hace meses que mis palabras se aquietan ante mi sola conmoción. Nadan en un lago virtual, mental, sobrenatural, de basura y agua sucia, luchando por convertirse en relatos visuales que adivinen lo que el corazón no se atreve a explicar.

¿Que es lo que duele? Pregunta con respuestas instantáneas. Sentirse atrapada en una jaula de emociones internas y externas que ya no tienen descripción.

Descubrir el arte ya no alcanza. Nos matan todo el día. Nos aplasta un dedo asesino, gigante opresor ¿Hasta cuándo va a pasar? ¿Algún día va a cambiar?

Tan distintas todas nosotras. Tan diferentes todos ellos.

Resisto ante un mundo que me pide a gritos que proteste. Pará.

Ya no puedo gritar por gritar.

Mi alma late en un submundo que exige reflexionar.

El sentido toca mi puerta de vez en cuando.

De cuando en cuando me acuerdo de vivir, de cuando en cuando río, lloro, amo y también odio.

Pero no vivo tranquila en este exterminio.

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De vez en cuando escribo, explayo en oraciones retazos de canciones que me quedan en la memoria, visiones cortadas de imágenes impregnadas en la retina.

Exigo respuestas en mi cabeza a ese cielo mundano que acoge sin decirnos nada a millones de almas que estamos siendo asesinadas. ¿Cuán impune podes ser? ¿Vos no pensas decir nada? Le busco consuelo poético a la ilógica asesina de tantos machos asesinos.

Me cuesta comprender y empatizar con la contradiccion de ser mujer y no luchar. Debo esperar, pero no hay tiempo. Debo entender, pero ¿cómo?

Prendo fuego el televisor que me da consejos de cómo actuar.

La palabra violencia caducó. Se diversificó y los hechos proponen transformar, el dolor en caos y en acción.

Nos queda chica la terminología macabra para darle nombre científico-fisiológico al desparpajo de peligrar siendo mujer, niña, dama, señorita.Torta, trava, trans, linda, gorda, alta, petisa, puta, casada, hija, madre. Basta.

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De vez en cuando escribo, porque no me alcanza el espacio cerebral para contener a mis ideas infinitamente diversas. En estas el mundo se convierte en materia blanda y moldeable, como una arcilla, como una plastilina. En este mundo yo puedo hacer lo que quiera como una chica de 27 años y vivir.

Vivir tranquila y caminar sin pensar mal de ningún hombre.

Puedo tener libertad de concretar mis sueños de viajar, de compartir, de crear. Tengo al menos el privilegio de imaginar sin que nadie asesine mis ganas de soñar. Puedo imaginarme sin darle gracias a nadie por dejarme vivir. Puedo imaginar que los sueños de ni una de nosotras mueren, se transforman en esta masa antropomorfa de mujeres marchando, grafittiando, discutiendo, quemando, bailando o cantando. Se transforman en los sueños de todas las mujeres que mataste sin piedad.

De vez en cuando escribo, porque escribiendo entendí que la muerte no mata los sueños, sólo los resignifica.

*Fotos: Lara Seijas