El genocida israelí y su bufón
En medio del genocidio de Gaza el presidente argentino Javier Milei viajó una vez más a Israel. El gobierno argentino muestra nuevamente su mísero seguidismo hacia las políticas estadounidenses e israelíes, hasta la sobreactuación, aplaudiendo cada una de sus atrocidades. Ahora Milei acaba de reafirmar su incondicional alineamiento llegando al extremo de respaldar sin vueltas lo que eufemísticamente Netanyahu denomina ‘ataque preventivo’ contra Irán: “La Oficina del Presidente de la República Argentina condena el vil ataque perpetrado por la República Islámica de Irán contra el Estado de Israel, mediante el lanzamiento masivo de misiles y drones dirigidos contra población civil”, publicó OPRA.
En el mismo comunicado, de manera inconcebible, aseguran que la designación de Ahmad Vahidi al frente de la Guardia Revolucionaria Islámica constituye “una provocación inaceptable” de Irán hacia la Argentina y hacia todos los pueblos libres que “defienden la vida y condena el terrorismo”.
Ni una palabra sobre el sorpresivo bombardeo israelí sobre Teherán y otras ciudades iranias, sus víctimas, o sus permanentes ataques contra las poblaciones de Siria, Líbano o Yemen, para no referir al genocidio que está sufriendo la población palestina de Gaza.

El gobierno israelí con el apoyo de su ciudadanía, está reeditando la conducta nazi durante la Segunda Guerra mundial. Se propone eliminar a millones de seres humanos a quienes consideran “una raza inferior”, como Hitler y sus verdugos calificaban a los judíos de entonces. El sionismo, encarnado hoy en Benjamín Netanyahu, entierra siglos de cultura judía, afirma una razón contraria al humanismo de los grandes nombres de ese origen (desde Baruch Spinoza a Primo Levi, Simone Weil, Hannah Arendt…) A cambio, da cuerpo a la barbarie contra el pueblo palestino, principalmente sus niños. Una ferocidad obligada por el capitalismo senil, pero asumida por una teocracia que toma de rehén a su propio pueblo y manipula la historia para reeditar un Holocausto, como el cometido por el nazismo alemán, esta vez perpetrado por un Estado confesional y ultraderechista usurpador de la memoria y el acervo cultural judíos.
Tel Aviv lleva hoy al extremo su condición de plataforma estadounidense en Medio Oriente, pieza clave de la geopolítica imperialista. Y con este genocidio inaugura una nueva etapa histórica, cuyo desenlace pone en juego la existencia misma de Israel, que al cabo estará ante la opción de utilizar la fuerza atómica con la que cuenta. Está en ciernes la extensión de la guerra a toda la región con final imprevisible.
Es la dinámica irracional que no reside simplemente en la cabeza enajenada de Netanyahu, sino en la naturaleza misma del sistema mundial, ajenos ésta y aquél a una verdad tan obvia que golpea el rostro: “Si los palestinos no tienen un hogar, los israelíes tampoco lo tendrán (…) Cuando Israel ocupa y oprime a otra nación durante 77 años, y establece el apartheid en los territorios ocupados, se convierte mucho menos en un hogar”. Así clama ante los guerreristas el escritor israelí David Grossman.
Desde hace demasiado tiempo el sionismo ha avanzado en la penetración de las instituciones estatales a todo nivel en Argentina. Primero se apoderó de las principales organizaciones de la comunidad judía. Una política trazada desde Tel Aviv y aplicada mediante organismos de espionaje y personajes inescrupulosos, llegando hasta el impensable punto de captar a un personaje grotesco, al cual catapultarían hasta la Presidencia de la Nación y a través del cual manipularían la política exterior argentina, como podría hacerlo un rufián con sus víctimas.
El hecho es que se vio al presidente Milei llorando abrazado a un rabino (su rabino personal y embajador en Israel, encargado de su conversión al judaísmo) ante el muro de los lamentos. O firmando un memorando que “profundiza la alianza estratégica entre Israel y Argentina para enfrentar el terrorismo internacional”, en brazos del carnicero Netanyahu. Para partir de Tel Aviv solo cuatro horas antes de iniciarse el ataque sorpresivo contra Irán.
Pieza fundamental de semejante deriva ha sido la prensa de todo el espectro, capaz de combinar ignorancia, corrupción y vesania, para ocultar historia, presente y devenir. Sionistas con o sin raíces judías han sido catapultados en los últimos años a lugares preponderantes en la manipulación de la opinión colectiva. Uno de los recursos de estos periodistas venales ha sido igualar antisionismo con antisemitismo. Utilizan la tragedia histórica de la Shoá (catástrofe) para entronizar el autoritarismo nazi y acabar con el pensamiento crítico.
Sin dudas para una catástrofe global y local trabajan quienes justifican el genocidio palestino.
Seria esperable que los sectores políticos que se autodefinen como ‘oposición’, terminen con su miserable silencio, que dejen de negociar con el lobby sionista y hagan oír su repudio a estos actos genuflexos del Gobierno, que de una vez por todas condenen el genocidio en Gaza y se declaren por la defensa de una política internacional basada en el respeto de los pueblos, la paz, los Derechos Humanos y la solidaridad activa con el reclamo por un Estado de Palestina libre y soberano.

Ahora el sionismo está enquistado en todos los ámbitos gubernamentales argentinos, comenzando por los organismos de espionaje y seguridad, es decir, los instrumentos potenciales de la represión. Mucho debía degradarse el país para que esto fuera posible.
La adhesión del gobierno de Milei a la barbarie israelí adelanta su conducta fronteras adentro, si la sociedad sigue dándole tiempo y espacio…