Los fundadores del marxismo latinoamericano a la luz de la revolución rusa
“En conclusión, somos antiimperialistas, porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa” (Mariátegui, Punto de vista anti imperialista).
Carlos J. García/El Furgón – El triunfo de la revolución rusa repercutió con fuerza en América Latina. Intelectuales, militantes, trabajadores y pueblos originarios intentaron hacer confluir las raíces de las luchas latinoamericanas con la primera experiencia marxista que se logró en el mundo
La Revolución Rusa: si cantara un gallo rojo
La revolución rusa fue una respuesta obrera a la masacre de la Primera Guerra Mundial y al deterioro de las condiciones de vida del pueblo ruso. Esta reacción nacional de los trabajadores, campesinos y soldados, organizados en Soviets, tuvo automáticamente una perspectiva internacional, dado que el partido bolchevique, que había conquistado la mayoría en el congreso de los Soviets y establecido un gobierno soviético, intervendría en la guerra en curso planteando que era una guerra entre burguesías imperialistas que se disputaban sus negocios europeos y sus posiciones coloniales. Los bolcheviques convocaron a los trabajadores de las naciones a dejar las trincheras donde combatían con otros trabajadores e iniciar la insurrección contra la masacre imperialista y por un gobierno de trabajadores.
Al finalizar la guerra, comenzaron insurrecciones obreras en Alemania, Italia, Ucrania, Hungría y los trabajadores forjaron “consejos obreros” en decenas de países. La frase de Marx de aquel fantasma que recorría Europa se volvía de carne y hueso a través del ejemplo ruso y la efervescencia de lucha en estos países.
Los bolcheviques, que habían estado organizados internacionalmente en la “Segunda Internacional”, dirigida por las socialdemocracias, decidieron forjar un nuevo reagrupamiento internacional que acompañe el espíritu insurreccional y retome la perspectiva socialista. La Segunda Internacional, para Lenin, había entrado en “bancarrota” al aprobar, en 1914, en los parlamentos de sus países los créditos de la Primera Guerra Mundial.
Con este espíritu, Lenin inicia el primer congreso de la Internacional comunista (1919): “Camaradas, este congreso tiene importancia histórica y mundial. Es una prueba de que las ilusiones de la democracia burguesa han fracasado, porque la guerra civil es ya un hecho, no sólo en Rusia, sino también en los países capitalistas más desarrollados de Europa (…) Lo fundamental es encontrar la vía práctica que brindará al proletariado el medio para la toma del poder. ¡dictadura del proletariado!”. (Cuadernos de pasado y presente, 1982, pag.32)
Por su parte, las tesis del 2° Congreso de la Internacional (1920) señalan: “El proletariado mundial está en vísperas de luchas decisivas. La época en que vivimos es una época de guerras civiles directas. La hora decisiva se acerca. En casi todos los países en donde existe un importante movimiento obrero, la clase trabajadora tendrá que conducir en el próximo futuro una serie de luchas encarnizadas, empuñando las armas. En este momento, más que nunca, la clase obrera necesita una organización sólida. Ella tiene que prepararse infatigablemente para las luchas cruciales que la esperan, sin perder una sola hora del tiempo precioso que queda”. (Programas del movimiento obrero y socialista, 2013, pag. 215).
En los congresos de la internacional comunista (la tercera) se convocó a los militantes a formar partidos comunistas que defiendan la perspectiva de la revolución social y se discutió cómo intervenir en países atrasados y oprimidos, como los latinoamericanos de principio del siglo pasado, la relación entre estos países y el imperialismo, el rol de las burguesías locales y la estrategia de los socialistas. Los fundadores del marxismo latinoamericano parten de estas discusiones de los comunistas de la década de 1920 para pensar la revolución en América Latina, la mejor contribución que pudieron hacer para la revolución mundial.
“La revolución latinoamericana será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente la revolución socialista. A esta palabra agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis: anti imperialista, agrarista, nacionalista-revolucionaria. El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos.” (Mariátegui, 1928b, pag. 2).
Los marxistas latinoamericanos: otro gallo cantaría
José Carlos Mariátegui (Perú, 1894 -1930) y Julio Antonio Mella (Cuba, 1903-1929) son considerados los fundadores del marxismo latinoamericano. Esto constituye toda una definición y un interrogante teórico: ¿puede existir un marxismo que sea latinoamericano?
La pregunta no es menor cuando consideramos que el capitalismo expande y universaliza las relaciones sociales de “capital y trabajo”, las ideas y la cultura a lo ancho del globo; y cuando el marxismo que busca formar otras relaciones de producción se reivindica internacionalista, fogoneando la unidad de todos los trabajadores oprimidos como clase social contra sus opresores, sin fronteras de por medio. Este interrogante ha generado polémica dentro del marxismo y para algunas corrientes mecanistas, que también las hay dentro de los seguidores de Marx, la respuesta fue negativa. La corriente de seguidores de Stalin (quien dirigió la URSS luego de la muerte de Lenin), por ejemplo, de cada postulado generado por Marx y Engels, sobre el desarrollo de los sistemas económicos y del capitalismo europeo, intentaron replicarlo en América Latina, buscando encontrar las mismas etapas de desarrollo.
“Se buscó laboriosamente el equivalente latinoamericano, transformando así al marxismo en un hecho procusto, sobre el cual la realidad era sin piedad ‘recortada’ o ‘estirada’ conforme a las necesidades del momento. Usando ese método, la estructura agraria del continente fue clasificada como feudal, la burguesía local considerada como progresista, o al menos revolucionaria, el campesinado definido como hostil al socialismo colectivista, etc. En esta problemática, toda especificidad de América Latina fue implícita o explícitamente negada, y el continente concebido como una especie de Europa Tropical, con su desarrollo retardado de un siglo, y bajo el dominio del imperialismo norteamericano” (Lowi, 2007, pag. 11).
La importancia para nuestra época de Mariátegui como de Mella, es que buscaron pensar desde América Latina cómo las relaciones sociales capitalistas, que no eran propias de un continente colonial de un imperio feudal como el español, impactaron en la vida económica, social y política de los latinoamericanos; al mismo tiempo, cómo intervenir en un continente tan distinto al vivido por Marx y Lenin para terminar con la opresión de nuestros pueblos.
“El socialismo –considera Mariátegui- no es, ciertamente, una doctrina indo-americana. Pero ninguna doctrina, ningún sistema contemporáneo lo es ni puede serlo. Y el socialismo, aunque haya nacido en Europa, como el capitalismo, no es tampoco específico ni particularmente europeo. Es un movimiento mundial (…) Indo-américa, en este orden mundial, puede y debe tener individualidad y estilo (…) no queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica.” (Mariátegui, 1928, pag. 1 y 2).
Para emprender el camino de la revolución latinoamericana, los militantes socialistas debían comprender cuál era la naturaleza de su revolución. Estas definiciones partían de la comprensión del sistema capitalista mundial, relacionado a las particularidades regionales y nacionales. Definición que era el resultado del análisis de las formaciones sociales latinoamericanas y el punto de partida para la formulación de estrategias y tácticas políticas. Esta peculiaridad es lo que da sustento al marxismo latinoamericano. Fue uno de los momentos claves de la reflexión científica y una mediación decisiva entre teoría y práctica revolucionaria. El marxismo crítico reflexionó sobre los métodos de lucha y las etapas de la revolución, ligadas al problema fundamental: la naturaleza de la revolución. (Lowi, 2007).
Formación económica social de América Latina
En “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”, Mariátegui logra plasmar los conceptos de la teoría marxista en un análisis sumamente minucioso sobre el desarrollo del Perú y sus clases sociales. Discute con aquellos que consideran que la economía peruana tiene un carácter feudal y logra mostrar el desarrollo desigual y combinado del Perú. Mariátegui explica que Perú, por su locación desfavorable para el comercio con Europa, al estar situado en el océano Pacífico, desarrolla más tarde relaciones capitalistas que otros países como Argentina o Brasil. En el Perú, el período del desarrollo capitalista lo va a caracterizar como el del guano y el salitre, explotaciones costeras de bajo costo que servían para fertilizar los campos europeos.
“El capítulo de la evolución peruana que se abre con el descubrimiento de la riqueza del guano y del salitre y se cierra con su pérdida, explica toda una serie de fenómenos políticos de nuestro proceso histórico, que una concepción anecdótica y retórica antes que romántica de la historia peruana se ha complacido tan superficialmente en desfigurar y hacer.” (Mariátegui, 1999, pag. 32).
Y añade Mariátegui: “España nos quería y nos guardaba como país productor de metales preciosos. Inglaterra nos prefirió como país productor de guano y de salitre, pero este diferente gesto no acusaba, por supuesto, un móvil diverso. Lo que cambiaba no era el móvil, sino la época…” (ibit, pag. 33).
Mariátegui registra el cambio de época y de relaciones sociales al interior del Perú a partir de la relación con Inglaterra en su ascenso imperialista, pero el guano y el salitre no van a explicar sólo una etapa económica, sino política y social de inserción del Perú bajo el capitalismo inglés: “El guano y el salitre, ante todo, cumplieron la función de crear un activo tráfico con el mundo occidental (…) este tráfico colocó nuestra economía bajo el control del capital británico al cual, en consecuencia de las deudas tomadas como la garantía de ambos productos, debíamos entregar más tarde la administración de los ferrocarriles; esto es, de los resortes mismos de la explotación de nuestros recursos” ( Ibit, pag. 34).
Mariátegui va a caracterizar que este proceso culminó con el desarrollo de la burguesía peruana, ligada familiarmente con las clases terratenientes. Al mismo tiempo, generó el contraste de una economía dual: colonial en la sierra con las explotaciones mineras y los latifundios y capitalista en la costa. La burguesía nació con los intereses de los terratenientes, la explotación y exportación de recursos naturales. Por este motivo, nació como una burguesía atrasada y sin la perspectiva de un desarrollo industrial y autónomo.
Mariátegui explica el desarrollo del Perú a partir de lo que Trotsky consideró como el “desarrollo desigual y combinado” en el análisis sobre la Rusia zarista, donde la expansión capitalista combina diversas relaciones de producción generando economías duales. La nación, por tanto, no tiene un desarrollo completo sino fragmentado en los enclaves capitalistas y atrasados en los coloniales. Esta tesis de Mariátegui discutirá con aquellos marxistas que consideraban que América Latina seguía siendo un continente feudal y colonial a principios del siglo XX, y justificaban, de esta forma, que no había que pelear por el socialismo sino primero transitar una etapa de desarrollo capitalista.
La herencia leninista se manifiesta en la perspectiva socialista que precipitó la revolución rusa. Antes de la revolución de los bolcheviques, el esquema de los revolucionarios consistía en que la revolución comenzaría en los países capitalistas más avanzados como Alemania o Inglaterra. Algunos revolucionarios con este esquema veían de forma positiva el colonialismo inglés, porque consideraban que implicaba un desarrollo productivo en países atrasados como la India. Mariátegui y Mella ya parten de otro nudo del marxismo, que considera la vigencia de la revolución. Al mismo tiempo, al igual que los líderes bolcheviques Lenin y Trotsky, considera que la burguesía local no desempeña un factor progresivo, sino que es parte del problema y que las tareas de desarrollo económico que en países como Inglaterra o Francia desenvolvió esta clase social, en los países atrasados los desenvolverá la revolución socialista. El planteo de que el “socialismo los antecede a todos” tiene esta perspectiva bolchevique pensada en América Latina, dado que en Rusia el problema de la tierra campesina lo resolvió la revolución “obrera”.
La cuestión campesina es tratada en El problema agrario y el problema del indio. Allí plantea que los Incas fueron la expresión más cabal de un “comunismo primitivo”. Esta tesis, hoy en día es cuestionada por el sometimiento que impusieron los Incas a otros pueblos indígenas y el desarrollo de una casta religiosa-militar que vivía de la producción del pueblo. Sin embargo, Mariátegui hace hincapié al hablar del comunismo primitivo incaico en el ayllu y la minka: tierras de propiedad colectiva, de la cual todos trabajan y todos se apropian de manera colectiva.
Al hablar del indio -nos dice- “no nos preocupamos de manera filantrópica sino en su problema más sentido, el problema de la tierra”. Va a criticar a quienes quieran darle en el Perú una salida liberal al problema de la tierra, proponiendo una reforma agraria que genere pequeñas parcelas. Mariátegui, por el contrario, encuentra en el indio formas de vida y cooperación comunista y teje, a partir de ellas, un hilo rojo desde su tradición al socialismo. Considera que estas formas comunitarias amenazadas por la expansión capitalista sobre la tierra pueden tener una solución en alianza con los trabajadores, estableciendo un socialismo peruano. Mariátegui piensa cómo puede transformar a los trabajadores peruanos, que son minoritarios en el Perú, en una fuerza social que dispute el poder del Estado y encuentra en el indio ese potencial aliado.
En el programa del Partido Socialista Peruano, Mariátegui va a definir: “El socialismo encuentra, lo mismo en la subsistencia de las comunidades que en las grandes empresas agrícolas, los elementos de una solución socialista de la cuestión agraria (…) Pero esto, lo mismo que el estímulo que se presta al libre resurgimiento del pueblo indígena, a la manifestación creadora de sus fuerzas y espíritu nativo, no significa en lo absoluto una romántica y antihistórica tendencia de construcción o resurrección del socialismo incaico, que correspondió a condiciones históricas completamente superadas (…) El socialismo presupone la técnica, la ciencia, la etapa capitalista, y no puede importar el menor retroceso en la adquisición de las conquistas de la civilización moderna, sino, por el contrario, la máxima y metódica aceleración de la incorporación de estas conquistas en la vida nacional” (Mariátegui, 1928).
Imperialismo y burguesía nacional
Es indudable que la tesis expuesta por Lenin en Imperialismo, fase superior del capitalismo, y defendida en los congresos de la internacional, ejerció una gran influencia en los marxistas latinoamericanos. La América de las pequeñas revoluciones, como la llamaba Mariátegui, hacía poco tiempo había logrado desembarazarse del colonialismo español para ingresar bajo el dominio económico inglés o estadounidense. Estados Unidos mostraba su poderío militar imponiendo la doctrina Monroe, por la cual actuaba como árbitro entre las naciones europeas y latinoamericanas ante disputas económicas y políticas, y tomando control en el año 1904 del tráfico de mercancías a través del canal de Panamá.
Antonio Mella vive esta experiencia en Cuba, que se independiza tardíamente del colonialismo español, con “ayuda” de los Estados Unidos, para ingresar como una semicolonia de los norteamericanos. En el artículo ¿Hacia dónde va cuba?(1927), Mella postula que luego de que “liberaran” a Cuba, los norteamericanos aumentaron sus intereses en el país exponencialmente. Cuba mantiene una economía exportadora de azúcar que participa en un 25 por ciento del comercio mundial, siendo un país mono-productor y dependiente casi en su totalidad de las importaciones de bienes de consumo del imperialismo norteamericano, que por otra parte es dueño de la mayor parte de ingenieros azucareros y de la industria cubana.
En La guerra de clases en Cuba (1927b), Mella caracteriza la divergencia entre formas de gobierno democráticas y dictatoriales en relación a la revolución socialista. El ejemplo que analiza Mella es el del presidente cubano Zayas, que asumió el poder bajo sufragio. Con este gobierno, el proletariado adquirió confianza y solidez como clase, sirviéndose de las legalidades y libertades burguesas. Sin embargo, el acento de Mella apunta a que la democracia en América Latina es una forma más que asume el Estado capitalista en la que tan pronto se pone en cuestión la explotación burguesa puede transformarse en un gobierno dictatorial. Cuando las luchas que emprendieron los obreros y estudiantes generaron desconfianza en el imperialismo norteamericano, éste colocó en el gobierno a un títere de sus intereses, el dictador Machado. Este planteo se asemeja al de Lenin, que a diferencia del pensador socialdemócrata alemana, Kautsky, consideraba que la democracia era la mejor forma de dominación de la burguesía. Es decir, no había que ilusionarse con ella ni pensar que a partir de la democracia podía existir una transición al socialismo. Esta conclusión parte de la tesis leninista de que el Estado es una herramienta de la dominación burguesa y que su característica principal es la de ser un Estado capitalista, es decir, que defiende la propiedad privada y beneficios patronales. Tan pronto como las libertades democráticas o las luchas de clases se acentúan, el Estado cambia su forma a regímenes más represivos.
La burguesía nacional no es para Mella simplemente una clase oprimida en relación con el imperialismo, sino que es su aliada minoritaria en la subsunción de la nación, coparticipando en sus negocios como socios menores. Los enfrentamientos nacionales en los que participan sectores burgueses locales por la independencia nacional tendrán como horizonte para la burguesía local obtener concesiones en los negocios nacionales, pero tan pronto como el proletariado muestre signos de independencia desenvolviendo sus propios reclamos, se volverá a inclinar como un péndulo, hacia el imperialismo. Esta es la experiencia que recoge Mella de la democracia y la dictadura en Cuba.
“En su lucha contra el imperialismo –el ladrón extranjero- las burguesías –los ladrones locales- se unen al proletariado, buena carne de cañón. Pero acaban por comprender que es mejor hacer alianza con el imperialismo, que al fin y al cabo persiguen un interés semejante. De progresistas se convierten en reaccionarios. Las concesiones que hacían al proletariado para tenerlo a su lado, las traicionan cuando éste, en su avance, se convierte en un peligro tanto para el ladrón extranjero como para el nacional. De aquí la gritería contra el comunismo” (Mella, 1927b).
El antiimperialismo como la alianza de las clases nacionales por la liberación nacional –considera-, no puede llevarse como programa político, porque la burguesía no quiere romper su alianza económica con las empresas extranjeras y los organismos de crédito, pero sobre todo porque la lucha contra el imperialismo no anula la contradicción entre proletarios y burgueses al interior de la nación.
Mariátegui también señala que los intereses de Estados Unidos no consisten en mantener a las naciones en la “feudalidad”, sino desarrollar sus negocios en el continente, por lo tanto si la burguesía o pequeña burguesía gobiernan con mayor estabilidad, el imperio acompañará a esos gobiernos. También critica que la pequeña burguesía sea opositora al imperialismo, porque la pequeña burguesía no quiere proletarizarse y puede encontrar en las empresas extranjeras puestos profesionales para desarrollarse. Concluye que el socialismo es la única vertiente ideológica capaz de enfrentar al imperialismo (Mariátegui, Punto de vista imperialista).
Aquí, Mariátegui vuelve al problema del desarrollo desigual y combinado; si los socialistas permitimos el desarrollo nacional a partir del imperialismo obtendremos naciones con enclaves capitalistas de avanzada combinado con grandes espacios “improductivos”, dado que al imperialismo no le interesa el desarrollo nacional sino ciertos enclaves como el “guano y el salitre”, las minas, etc.
En las Tesis adicionales sobre los problemas nacionales y coloniales del Segundo Congreso de la Internacional Comunista, se traza un plan de trabajo para intervenir en los países oprimidos por el imperialismo. En las tesis se plantea que los comunistas deben apoyar todos los movimientos de liberación nacional, fomentando el desarrollo socialista para la toma del poder: “Luchar contra los movimientos democrático-burgueses dentro de sus naciones; la internacional comunista debe sellar una alianza temporal con la democracia burguesa de los países coloniales y atrasados, pero no debe fusionarse a ella y tiene que mantener incondicionalmente la independencia del movimiento proletario incluso en sus formas más embrionarias” (Cuadernos del pasado y presente, 1981, pag. 156).
Conclusión
Pensar la revolución latinoamericana a la luz de la experiencia rusa, no quitó a los militantes de la década de 1920 nada de originalidad. Si el capitalismo es un fenómeno universal, que excede a Europa; la revolución y el socialismo, sin duda, excedían a Rusia. Pero estos militantes tomaron las mejores tradiciones para impulsar una alternativa de los trabajadores a la miseria en que hunde a nuestro mundo el actual sistema productivo. Frente a corrientes que encontraban excusas en el desarrollo de las fuerzas productivas, en el poco desarrollo del proletariado, en la falta de condiciones objetivas o subjetivas, los marxistas latinoamericanos afirmaron la necesidad de construir partidos obreros y socialistas para la toma del poder.
Es enorme el legado que nos deja la revolución rusa, Mella y Mariátegui para pensar la revolución hoy en día. Sin duda, fueron militantes que lucharon en minoría y en adversidad contra el reformismo y el nacionalismo. ¿No es, acaso, una continuidad de esta tradición la que desarrollamos los revolucionarios socialistas en el siglo XXI?
La discusión sobre si la unidad latinoamericana debe ser socialista o burguesa, si las alianzas hay que establecerlas en frente único de las agrupaciones obreras o con sectores de la burguesía nacional, si hay que apoyar regímenes y partidos burgueses o por el contrario hay que desarrollar partidos y alternativas obreras y socialistas. Todas estas discusiones de los marxistas de la década de 1920 siguen siendo vitales en nuestro movimiento. Mella y Mariátegui murieron jóvenes, pero sus posiciones políticas han dado vitalidad y recorrido la sangre aquellos que dieron y dan sus vidas a la causa del socialismo.
Bibliografía
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-Mariátegui, Jose Carlos. “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” (2004). Buenos aires. Editorial Gorla.
-Mariátegui, Jose Carlos. “Punto de vista anti imperialista”, ediciones varias. Buenos Aires, 1929. Puede leerse en:
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-Marx, Carlos. “Proyecto de respuesta a la carta de V. I. Zasulich” (1881). Ediciones varias, puede leerse en: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/81-a-zasu.htm
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-Mella, Julio Antonio. Que es el ARPA? (1927c)Editorial Ruth libros. Puede leerse en: https://drive.google.com/file/d/0B-bbKYevHI7pLVQ3MlQ2QzJTTG8/view
-Mella, Julio Antonio. La guerra de clases en Cuba. Editorial Ruth libros, puede leerse en https://drive.google.com/file/d/0B-bbKYevHI7pLVQ3MlQ2QzJTTG8/view
-Poy, Lucas. “En defensa de Mariátegui. Nacionalismo, indigenismo y socialismo en “Nuestra America. En revista: “en defensa del marxismo”, Nro. 36. Año 17, Buenos Aires. Noviembre 2009.
-“Tesis sobre el papel del Partido Comunista en la revolución proletaria. II congreso de la IC, julio-agosto 1920.” En Programas del movimiento Obrero (2013). Buenos Aires. Editorial Rumbos.