¿Quién recuerda a José Falcioni y Atliano Pascual?
Enrique Gandolfo*/El Furgón – El 23 de julio de 1907 amanecía en el Puerto Comercial con los obreros en huelga. Las casas de chapa y madera, muchas montadas sobre pilotes, fueron testigos del paso de los trabajadores hacia la Casa del Pueblo. Un lugar propicio para deliberar y decidir cómo continuar con los reclamos. Bien temprano había acontecido un incidente y una pelea con dos capataces ingleses que no se plegaban al paro. Los reclamos eran varios: por la reincorporación de dos compañeros despedidos, por la reducción de las horas de trabajo, por mejores salarios. Los estibadores agregaban uno propio: que las bolsas de cereal no pesaran más de 70 kilos.
En 1907 se hacían obras de ampliación del muelle del Ferrocarril Sur de propiedad inglesa) y de edificios destinados a la Aduana y a la Subprefectura. Por aquellos años ya se exportaban un millón de toneladas de trigo anuales y de enero a marzo trabajaban cinco mil obreros.
Bahía Blanca tenía un intendente (Jorge Moore) y concejales, pero curiosamente todos llamaban Lord Mayor a un señor inglés que luego compraría una imponente casa en la avenida (hoy Alem 41). Míster Arthur Coleman era el Superintendente del Ferrocarril Sur. Además, tuvo en sus manos la administración de servicios fundamentales para la ciudad, como la electricidad, los tranvías, el Mercado de Victoria, el gas y el agua, actividades vinculadas al mismo ferrocarril inglés.
Preocupado también por los reclamos obreros, el hombre fue muchos años presidente de la Sociedad Protectora del Trabajo, una organización que propiciaba el trabajo “libre” para evitar las molestas huelgas sindicales. Es que además de ganarse el pan con su trabajo, los obreros tenían oídos receptivos para ideas que eran la materia prima de la conciencia: la de los socialistas y los anarquistas.
Aquella mañana, en la Casa del Pueblo el calor de las pasiones justicieras hacía olvidar el frío del invierno junto al mar. En la Subprefectura se recibió una orden precisa de su jefe, el comandante Astorga, que se encontraba en Bahía: “Hay que capturar a los delincuentes”. Había 700 personas congregadas dentro y fuera del edificio. La patrulla produjo ocho descargas cerradas sobre la multitud. Hubo numerosos detenidos y ocho heridos. Dos de ellos de gravedad fallecieron en los días siguientes: Atiliano Pascual y José Falcioni, un italiano de 30 años, socio de la Sociedad Recreativa “La Siempre Verde”.
A partir de ese momento el paro en el puerto fue total. En Bahía, la Federación Obrera llamó a una asamblea que se realizó en su local de Lamadrid 199. Al día siguiente murió Atiliano Pascual. Sus compañeros lo fueron buscar al hospital y lo llevaron a pulso hasta el cementerio. Al mismo tiempo, se inició una colecta para ayudar a las familias de las víctimas. La asamblea de la Federación Obrera decidió un paro de 48 horas, al que adhirieron los albañiles, los pintores, los carpinteros, los barraqueros, los cocheros de plaza, los mozos, los dependientes del comercio y muchos empleados del Ferrocarril pese a las presiones de los gerentes. El 26 de julio, una gran manifestación de cinco mil personas se movilizó en una ciudad militarizada a la que han llegado tropas de refuerzo. En el puerto, la manifestación consiguió la libertad de los presos. A la ciudad también arribaron el diputado socialista Alfredo Palacios y el director del anarquista diario La Protesta, Carlos Balsan.
El 27 falleció José Falcioni. Al día siguiente, en el puerto más de dos mil personas, entre las cuales hay mujeres y niños, iniciaron el cortejo fúnebre. Al pasar por “La Siempre Verde” la bandera y la orquesta de la Sociedad Recreativa se sumaron al cortejo. Antes de dirigirse a la estación hicieron una parada frente a la Subprefectura, donde la orquesta tocó una marcha fúnebre y un orador arengó a la multitud. En el patio apareció el comandante Astorga. Valientemente, el orador Antonio Brizzi lo señaló y responsabilizó de los hechos. Un cabo y dos marineros intentaron detenerlo. En ese momento, se produjo una lucha cuerpo a cuerpo y luego sonó una descarga. Astorga ordenó tirar contra el pueblo trabajador. En la huida, el ataúd y los instrumentos de la orquesta quedaron en la calle. José Falcioni ha sido acribillado por segunda vez, ahora cuando yace sin vida dentro de su ataúd. Nuevamente hay varios heridos de bala.
Al día siguiente, Astorga recibió la orden de la Marina de Guerra de presentarse en Buenos Aires, en la Prefectura General de Puertos.
A la estación fueron a despedirlo distinguidos ciudadanos, representantes de la banca, el comercio, la industria y los principales diarios. Algunos nombres todavía hoy resultan conocidos: el intendente Jorge Moore, el general Pablo Riccieri, el doctor Leónidas Lucero, el doctor Valentín Vergara, Ángel Brunel y Enrique Julio, sólo por citar algunos.
Los mismos ciudadanos dirigieron un telegrama al ministro de Marina, Contra Almirante Betbeder: “No hacemos sino exteriorizar un sentimiento latente y unánime de la población conservadora de Bahía Blanca en el comercio, en el foro, en la industria, que a diario ven amenazados sus intereses, sus vidas en el avance continuo de multitudes inconscientes, que so pretexto de teorías igualitarias tienen convertida a la ciudad en fermento de pasiones encontradas… En estos hechos desgraciados, hallase envuelto el subprefecto de Bahía Blanca. En nuestro concepto este funcionario ha cumplido el penoso deber de defender a sus soldados de la agresión de una masa turbulenta y provocativa. Tristes días nos esperan si solo la anarquía y la sedición llegan a gobernarnos. Respetuosamente hemos deseado exteriorizar a V.E. estos sentimientos en honor del Teniente Astorga”.
No son los mismos sentimientos los que abrigan los trabajadores quienes van a continuar la huelga otros dos días. Cuando las noticias llegan a Buenos Aires, las dos centrales sindicales, la FORA (anarquista) y al UGT (socialista), decidieron un paro en todo el país a llevarse a cabo el jueves 1 de agosto. La clase trabajadora muestra, una vez más, el valor de la solidaridad ante la represión y los atropellos de los poderosos.
La obstinada memoria
La memoria histórica de los de abajo siempre pugna por el lugar que le corresponde. Intenta abrirse paso entre las telarañas construidas por la historia oficial que sólo sabe del “progreso” y de los grandes hombres que hicieron la ciudad. Pocos recuerdan a Atiliano Pascual y a José Falcioni, y a los hombres y mujeres de aquella pueblada.
Al comenzar la década de 1970, esta historia fue rescatada por el grupo Teatro Alianza, que hizo una profunda investigación antes de la puesta en escena, que se llamó Puerto White. Historia de una Pueblada.
Dardo y Coral Aguirre, Julio Teves, Mónica Morán fueron algunos integrantes de ese grupo que estrenó la obra el 19 de agosto de 1973, en Villa Nocito.
Avanzaba la década de 1970 y el grupo Alianza recorría Bahía Blanca, la provincia de Buenos Aires, la Capital Federal y parte de América Latina. El sábado 26 de julio de 1975, en el diario El País de Cali, Colombia, Dardo Aguirre y Julio Teves, denunciaron la represión y persecución que se aplicaba en Argentina bajo el gobierno constitucional de Isabel Perón. “En Argentina para hacer teatro hay que jugarse la vida, y la prueba de que ellos es así es que cuando nuestro grupo montó Puerto White y nos amenazaron con matar a uno de los integrantes”, dijeron.
Ya con la dictadura, un 13 de junio 1976, Mónica Morán, maestra, titiritera e integrante del grupo, fue secuestrada; su cuerpo apareció acribillado unos días después. Ella había escrito en la obra teatral la parte del relato del velatorio y el cortejo fúnebre de José Falcioni. Decía así: “Era domingo 28 de Julio de 1907, estábamos todos junto a tu cuerpo. Andrés lloraba. Te llevábamos con pena y con orgullo por las calles del Puerto. Pasamos por la Casa del Pueblo ¿Te acordás, Falcioni? Allí vibraban tus gritos todavía. No era un ataúd lo que llevábamos: era un pedazo de fuego en la mañana. Paloma de pólvora tu cuerpo. Frente a la Subprefectura estaba el que te mató. Y fue Brizzi que no aguantó la rabia y la vergüenza y lloró a los gritos frente al asesino. Pero hubo una respuesta”.
Falta un capítulo de esta historia. En 2007, se hizo una nueva puesta de la obra bajo la dirección de Julio Teves, con el grupo “Nuevodrama”. Luego de la puesta, un actor en la cocina del museo del Puerto va a recordó lo siguiente: el teniente Astorga volvió a Bahía luego de aquella masacre y falleció unos años después. “En esa época, los ataúdes se sellaban con una larga estañadura para evitar que las emanaciones del cadáver se propagasen más allá del cajón –relató-. Era un trabajo peculiar que se encargaba a los hojalateros, habitualmente dedicados a parchar fuentones y ollas, o las maltrechas chapas de los techos de las casas. Así ocurrió ante el fallecimiento del capitán de navío Astorga que estuviera a cargo de la Subprefectura hasta 1914. Habían pasado muchos años y cuando llegó el momento de sellar el ataúd, el hojalatero pidió a los asistentes que se retiraran para realizar su tarea una vez a solas con el cajón. Vinieron a su mente los fusilamientos que había perpetrado Astorga y accionó el soplete sobre su rostro mientras repetía: ‘Esto por Pascual, esto por Falcioni’. Selló el cajón, recibió su salario y se fue. Muchos años después lo contó a sus nietos y uno de ellos en los 70 esperó en las escalinatas del Teatro Municipal a los actores para referirles lo que su abuelo había contado”.
A 110 años de la pueblada, ninguna calle, ninguna plaza, ninguna escuela recuerda a aquellos hombres y mujeres. En 2008, en un acto de la CTA por el Primero de Mayo, en la calle frente a la Municipalidad, integrantes de “Nuevodrama” recrearon un fragmento de la obra.
*Enrique Gandolfo es Secretario Adjunto de la CTA Bahía Blanca-Dorrego / Arte de portada: Repo Bandini