miércoles, diciembre 4, 2024
Cultura

Hacemos lo que nos dice Peter Gabriel

Ramiro Montero/El Furgón* – En 1974, el psicólogo Stanley Milgram llevó a cabo un experimento que pretendía medir cuán obedientes podían ser los hombres ante una figura de autoridad. Para ello, un voluntario engañado (denominado “el maestro”) haría una serie de preguntas a otro participante (“el alumno”, quien en realidad era un actor cómplice del investigador). Por cada pregunta incorrecta, el “maestro” debía aplicarle choques eléctricos que iban en aumento.

Todo estaba programado para que el “alumno”, el actor, el cómplice del experimento, empezara a quejarse a los 90 voltios. A los 120 voltios pedía cautela. A los 150 voltios exigía su liberación. A los 270 voltios se retorcía del dolor. Y a partir de los 300, dejaría de responder y entraría en un estado de coma.

milgram

Los colegas de Milgram, antes del experimento, estimaban que los participantes llegarían a aplicar en promedio unos 130 voltios antes de negarse a continuar. Los resultados, sin embargo, fueron atroces.

De los 40 “maestros” voluntarios, el 65% llegó hasta el límite del experimento: 450 voltios. Los otros participantes no frenaron antes de los 300.

En una variante posterior del experimento, fueron 37 los hombres que aplicaron la descarga máxima. Es decir, que 37 personas tocaron el botón de descarga 10 veces más después de que el “alumno” se había desmayado del dolor.

gabriel

En 1986, Peter Gabriel lanzó el disco So. La anteúltima canción, una apología fantástica del minimalismo y la simpleza, hablaba, precisamente, de aquellos 37 hombres que hicieron lo que les dijeron que hicieran.

Alguien en Youtube mezcló la canción con una de las filmaciones reales del experimento de Milgram. Está allí uno de los 37, un hombre sencillo, común y corriente, interrogando a una víctima maniatada y lleno de electrodos. Un hombre que duda, que se escandaliza, que quiere irse, que no quiere hacerse cargo si el “alumno” sufre algún daño. Y cuando el científico finalmente lo tranquiliza y le asegura que el laboratorio se hará responsable si la cosa sale mal, el hombre se sienta y prosigue con su trabajo, apretando el botón una y otra vez aún cuando lo único que recibe desde la otra sala es el más espantoso silencio.

*El casetógrafo: www.facebook.com/elcasetografo