Chile: La vuelta de Pinochet y la crisis de la agenda progresista
Esta era la candidata del PC y el ‘progresismo’ chileno Jeannette Jara, dispara a viva voz: “En Venezuela existe una dictadura bajo el régimen de Nicolás Maduro, si soy Presidenta de Chile, voy a empujar y pujar porque haya una transición a la democracia”. No conforme con esto elogió la concesión del Premio Nobel de la Paz a la aliada del imperio de la contra-venezolana Corina Machado, a la que consideró “una líder indiscutida y pacífica de la oposición”. Sus aberrantes declaraciones reflejan la impunidad del respaldo siniestro al capitalismo socialdemócrata deleznable, en pos de instituciones financieras privadas para el dinero público, pensiones, derechos laborales y sociales en manos de magnates de la propiedad privada contra la nacionalización del cobre y el litio.
Igual que en Argentina, no hay que buscar fuera lo que es responsabilidad de los gobiernos ‘progresistas’ que han dinamitado los valores de justicia y equidad social, asfaltando los caminos a la derecha.

Sin proyecto, sin programa, sin alternativa, no existe esperanza. Y sin esperanza, triunfa el oscurantismo. Sin un horizonte de cambio social, las clases populares sucumben al discurso mesiánico. Con miedo a perder lo que no se tiene, un trabajo decente, un salario digno, una jubilación respetable, una sanidad pública de calidad, una educación asentada en valores democráticos, se acaba por votar a los verdugos. El dolor social genera frustración, alentando opciones reaccionarias.
Tras la muerte del dictador han gobernado en Chile Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet, Sebastián Piñera y Gabriel Boric. Con todos estos ‘demócratas’ el imperialismo se ha dado un festín, han servido tan bien sus intereses económicos y políticos que parecieran hijos de los asesinos golpistas pujando por los mismos objetivos.
En Chile, las formaciones políticas en las cuales se ha dividido la derecha tienen en común reivindicar la constitución de 1980 (la de Pinochet). Economía de mercado, concepción subsidiaria del Estado, preeminencia del capital privado en la asignación de recursos, apertura financiera y comercial, privatización de los bienes esenciales de la Nación, ley antiterrorista, flexibilidad laboral. Y en esto coincide el reformismo institucional; a pesar de las declamaciones, los gobiernos de la Concertación, Nueva Mayoría o Frente Amplio han mantenido los cimientos del Estado fundado por la dictadura cívico-militar pinochetista, creándose un partido transversal, cuyo único lema parece ser: “El modelo no se toca”.
Sólo el “estallido social” de octubre de 2019 pudo ser un punto de inflexión. Ahí se gestó el Frente Amplio, que en 2021 llegó a La Moneda de la mano de Boric prometiendo ser la “tumba del neoliberalismo”. Pero la decepción fue cubriendo la acción de un gobierno timorato, entregado por completo a la vieja clase política, a la cual denostaba y criticaba. Nombró a sus dirigentes ministros, les dio poder y blanqueó su corrupción, al tiempo que cayó en ella.
En cuatro años, presos del estallido social siguen en la cárcel. Dirigentes mapuches son juzgados con las leyes antiterroristas. La libertad de prensa no existe. Por otro lado, la desigualdad social sigue creciendo. Su cobardía lo ha llevado a transigir con los postulados de la derecha en temas de seguridad, inmigración, narcotráfico y delincuencia, y a nivel internacional se pliega a Estados Unidos, sino vean sus declaraciones sobre Venezuela.
“Ahora, ¡que gane el mejor!” Con esta frase, el presidente de Chile, Gabriel Boric, definía su posición política, refiriéndose a la segunda vuelta que llevo al fascista José Antonio Kast al Palacio de la Moneda -rozando los 20 puntos de ventaja- como si de un partido de futbol se tratase, y con el marcador a cero.
Chile está lejos muy lejos de abrir las grandes alamedas para dar paso al cambio social contra el capitalismo y su fascismo enquistado en las instituciones. Es para pensarlo. Pinochet, como el Cid Campeador, parece ganar batallas después de muerto.
Sin embargo ¡cuidado! Una y otra vez, se escucha el eco de aquellas palabras que dijera Mauricio Redolés: ¡NOSOTROS Y NUESTRAS DERROTAS SOMOS INVENCIBLES!
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