Al gran héroe argentino inmortal
Por estos días se cumplió un año más del natalicio de Diego Armando Maradona. Decirlo no agrega nada, solo significa recordarlo como una necesidad y reivindicar su compromiso hacia nosotros, siempre.
En la hagiografía nacional, existen fechas grabadas a fuego. Días precisos que imprimen un “antes o después” en el imaginario colectivo. Uno de ellos es sin lugar a dudas, el 30 de octubre. Porque en un día como éste, pero del año 1960, nacía Maradona y no solo su leyenda, sino además su estatuto de héroe. Enunciado que voy a fundamentar, no sin antes, proceder a la siguiente anécdota.
Era jueves al medio día, y me encontraba armando los enseres para dirigirme a la vilipendiada actividad de docente. Mientras contaba los útiles, para no olvidarme de ninguno, escucho el sonido del teléfono que anuncia una comunicación vía WhatsApp. Era el mensaje del amigo -editor de este espacio-, con un gif de Maradona, luciendo los colores del club del cual soy hincha, con la inscripción “Feliz Navidad”. Obvio respondí de manera inmediata, pero esta analogía quedó rondando mis pensamientos, durante toda la jornada.
Quiero ser claro, Maradona trasciende al Dios monoteísta, es decir a la construcción erigida por un dogma de fe, y entra de lleno al racional -y hasta literario- parnaso de los politeísmos, donde todo acto u acción observan una explicación. Situación que los ateos valoramos.
Pero no me refiero al trillado “Dios pagano”, concepto ultra gastado por la crítica deportiva o la cinematográfica; sino más bien a la idea de “Héroe”, donde se consuman en un mismo plano lo sagrado y eterno junto a lo profano y terrenal. Precisamente, la misma noción de Jesucristo.
El Héroe sabe, diría Borges, que va al muere, Sin embargo, propone ese trance sacrificial para honrar a su comunidad. Allí se produce la transposición de lo extinguible a lo eterno; resulta, lo destacarían muchos estetas o filósofos de la estética: “una maravilla del arte”. Es en esos dos planos donde trabaja nuestra nostalgia hacia “El Diego de la gente”, la tristeza por su pérdida física, ahonda la propia perennidad de su figura, soberana, absoluta.
Así, en las conversaciones, siempre cabrá el enunciado interrogativo o contrastivo que rezará en qué pensaría, o cómo se manifestaría “el Diego” sobre las diferentes coyunturas del acontecer social. Una saudade que anima su figura y nuestra admiración (propia del Héroe de todos los tiempos).
